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Actualizado: 10 de mayo de 2025


«En este medio tiempo se juntaron en uno á cabildo Suson, padre de la Susana que llaman la fermosa fembra: Benadeva, padre del canónigo: Abalofia el perfumado que tenia las aduanas en cambio del rey é de la reina: Aleman, poca sangre, el de los muchos fijos Alemanes.... los Adalfes de Triana que aun vivian en el castillo.... Cristóbal Lopez Mondadura á San Salvador, é otros muchos ricos é poderosos que llamaron é vivian en las villas de Utrera i Carmona.

En contraposición a la insignificancia y obscuridad de Fray Miguel, había en el mismo convento otro fraile cuya fama y alta reputación de sabio se extendían por toda la Península y aun trascendían a Italia y a otras naciones. Se llamaba este fraile el Padre Ambrosio de Utrera. No había disciplina ni facultad en que no se le proclamase maestro.

Salía yo de Bailén con un cesto de víveres para unos jefes de artillería, cuando tropecé con Santorcaz, que volvía seguido de algunos voluntarios de Utrera y licenciados de Málaga. ¡Oh, Sr. de Santorcaz! exclamé con la mayor sorpresa . ¿Está usted vivo? Yo le hacía en el otro barrio.

Si ganan los españoles, los franceses retrocederán hacia Andújar, y como han de estar muy rabiosos, cometerán mil atrocidades en el camino. No conviene que salgan ustedes de aquí, a no ser que tengan intención, como mi hijo, de incorporarse al ejército que se está formando en Utrera. No eran necesarias tantas razones para convencernos.

En su trato y relaciones, así con la gente seglar y profana como con la mayoría de sus hermanos los religiosos, el Padre Ambrosio de Utrera, si bien mostraba, sin vanidosa ostentación y cuando convenía, la ciencia teológica que con sus estudios había adquirido y que atesoraba su inteligencia, todavía guardaba, en lo más hondo y arcano de su mente, cierta filosofía oculta que la prudencia, y tal vez compromisos y deberes de secta, le prescribían no revelar por completo a nadie.

Opúsose furiosamente el tutor al casamiento de su pupila, sin que hubiera quien le convenciera, porque ya se sabe á qué estado de odiosa y repugnante oposición llegan á veces padres, madres y tutores en esto de las bodas, lo cual, visto por el fogoso galán, deseando librar á su adorada de aquel Argel donde gemía cautiva, hizo en Sevilla las diligencias necesarias para poderla sacar por el Juez de la Iglesia, y corrientes los papeles volvió á Utrera en compañía del Alguacil Mayor del Cardenal para lograr la realización de sus ansias.

Con paisanos, pues, creó Sevilla cinco batallones y dos regimientos de caballería; Cádiz mandó el batallón de tiradores que llevaba su nombre, y las ciudades y villas de Utrera, Jerez, Osuna, Carmona, Jaén, Montoro y Cabra enviaron cuerpos de infantería y caballería de número irregular.

Todos los días oíamos decir: «Mañana viene el ejército», o «Ya ha salido de Utrera, ya está en Carmona...» Pero pasaban los días y el ejército no venía. En tanto, en Córdoba no cesaban los trabajos. Si no tienen ustedes idea de lo que es el delirio la guerra, entérense de aquello.

Estaba avecindado en la villa de Utrera, á los comienzos del siglo XVII, un caballero, de nombre don Pedro de Córdoba y Guzmán, el cual era tío y tutor de una linda joven que en su misma casa se había educado, y la cual tenía una fortuna á que no era cosa de hacerle ascos.

Con todo, se hacen notar algunas ciudades considerables, centros de una vasta producción agrícola que consiste principalmente en vinos, aceite, cereales, granos, ganados de todas clases, hortalizas y frutas. Ecija, con 28,800 Carmona, con 18,800. Osuna, con 17,500 Utrera, con 14,000 Marchena, con 13,000 Alcalá de Guadaira, con 8,260

Palabra del Dia

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