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Actualizado: 2 de junio de 2025


Empezada la misa, no cesaron los tiros en el portal de la iglesia, y la gaita siguió tocando en el coro, acompañando á los cantores, entre los cuales estaba mi tío, que era una especialidad para echar la epístola. Tocó su turno al predicador, cuyo sermón era el gran acontecimiento del día.

Aquellos hombres de guerra, que traían en sus botas lodo reseco de los más diversos países, eran, según el blasón de Isabel y Fernando, el haz de flechas y el yugo del orbe. Uno que otro meditaba los presagios de decadencia; pero los más curábanse mayormente del color de una pluma o del rumor de las propias espuelas. Otras veces llegábale el turno a los teólogos.

Las personas desconocidas, las mujeres de pueblo no se atrevían a tanto, y las pocas de esta clase que confesaban con él acudían en montón a la capilla obscura cuyos secretos envidiaba don Custodio; allí esperaban el turno de las penitentes anónimas. Estas humildes devotas ya sabían cuáles eran los días de descanso para el Magistral.

Después le tocó el turno a don Álvaro, con quien no tenía tanta amistad el de Campóo como con su suegro; y arreglada a esta ley fue la expresión de su saludo. Para muy poco más que estos cumplidos me dio el tiempo, porque aún no habían vuelto a sentarse la mitad de las personas allí presentes, cuando vino recado de don Sabas de que todo estaba pronto en la iglesia y que se nos aguardaba.

Después comenzó a poner en práctica un plan que días atrás se le había ocurrido, diciéndole: ¿Conque va Vd. a consumir un turno con motivo de ese proyecto de Fomento? ¿Desea Vd. que le busque antecedentes? Ya es público que intervendrá Vd. en el debate. Gracias, gracias; aún no estoy decidido. Aquel hombre, discreto y cuerdo en todos los actos de su vida íntima, sintió una turbación indefinible.

Otros padres de familia y hasta abuelos, vestidos con sus trajes de domingo, esperaban pacientemente en un banco que les llegase el turno de ejercer la honorífica función.

El abono que tomaron en el Real a un turno de palco principal fue idea de D. Baldomero quien no tenía malditas ganas de oír óperas, pero quería que Barbarita fuera a ellas para que le contase, al acostarse o después de acostados, todo lo que había visto en el Regio coliseo. Resultó que a Barbarita no la llamaba mucho el Real; mas aceptó con gozo para que fuera Jacinta.

Al oír aquel nombre Ramiro se enderezó con viveza y abrió del todo los ojos para disipar con la luz el doloroso recuerdo. El sol, inclinado hacia el poniente, reverberaba en las fachadas fronteras y hacía resplandecer en las ventanas y balcones las joyas, el azabache, la blanca piel de los guantes, los abanicos dorados. Llegoles por fin el turno a los que habían de morir.

Este tal le sorbió los sesos a una pobre mujer, viuda de un platero y se casó con ella. Cada uno por su estilo, aquella pareja valía un imperio. Todo el santo día estaban riñendo, de pico se entiende... ¡Y qué tienda, hija, qué desorden, qué escenas! Primero se emborrachaba él solo, después los dos a turno.

¡También Fulano! Y como cuando en los días sombríos de epidemia, al pasar por las calles desiertas y ver el fúnebre convoy de los apestados camino del cementerio, la terrible idea de la muerte viene con la pregunta: ¿Me tocará a mañana el turno?

Palabra del Dia

rigoleto

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