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Actualizado: 2 de junio de 2025


¿Guillermo? ¡Oh, si fuera ayer! ¿Y allá? Allá es el teatro de la Cruz. Cualquier cosa. A me toca el turno aquí. ¿Sabe usted lo que es tocar el turno? , respondo a mi compañero de paseo; a también me suele tocar el turno. Pues bien, subo al palco un rato. Acabado el teatro, si no es noche de sociedad, al café otra vez a disputar un poco de tiempo al sueño. Luego a ninguna parte.

Llegó su turno al Cigarrero: avanzó gravemente hacia la presidencia, se quitó la montera y dijo con voz ronca unas cuantas palabras que nadie pudo entender; después se fue derecho al toro, que tenía marcadas tendencias a huirse. Persiguiole infructuosamente algún tiempo en medio de la curiosidad expectante de la plaza.

La primera idea de la impetuosa María Teresa fue comprar un revólver e ir matando por turno a los hijos y las hijas de su marido, a más de yernos y nueras, sin perdonar a los nietos. ¡Raza maldita! ¡Ladrones! ¿Y para esto había sacrificado los primeros años de su juventud a un viejo tonto, renunciando al amor?... Pero no; él era bueno y la quería.

Cuando tocó el turno a María sonrió sarcásticamente, y dijo con burda ironía: Tenga usted la amabilidad de acercarse, señorita, y de contestar a las preguntas que este caballero capitán va a dirigirle. ¿Cómo se llama usted? dijo el fiscal. María de Elorza y Valcárcel. De, dee, dee murmuró el general . ¡Siempre los mismos humos aristocráticos!

Los músicos faltos de sueldo y los cantantes modestos y fervorosos serían mantenidos por el Estado, dando cada noche un concierto gratuito, de asistencia obligatoria, en los diez distritos de la capital, por riguroso turno.

Las dos familias, sufriendo los codazos de la muchedumbre, salieron de la plaza por entre los jinetes de la Guardia Civil que mantenían el turno en el desfile de los coches, fueron en busca de los suyos, teniendo las mamas y las niñas que recoger sus faldas de seda, y manchándose las medias con el barro de la carretera recién regada.

Si ella pierde un pretendiente, yo he perdido la conducta y cuanto perder cabe... Después pensaba en Baltasar... y en los Sobrados todos... . ¡Ah!, ¡buen chasco esperaba a la avarienta de la madre, que contaba con establecer brillantemente a su hijo! No la habían querido a ella... pues ahora iban a verse desairados a su turno.... ¡Ya probarían lo bien que sabe!

Era el momento más sabroso, el verdadero instante de felicidad espiritual para un cazador de raza: era el minuto de las anécdotas cinegéticas y, sobre todo, de los embustes. Para éstos se establecía turno pacífico, pues nadie renunciaba a soltar su correspondiente bola, y crecían en magnitud conforme se enredaba la plática.

Era el último que se había presentado como cortejante, y en buena ley le llegaba su turno. Pep, que le hablaba sin cesar para distraerlo, quedóse de pronto con la boca abierta al ver cómo se alejaba sin oírle más. Sentóse al lado de Margalida, que parecía no verle, humillada la cabeza y fijos los ojos en sus rodillas.

Durante esta parada, bajo el modesto techo de su juventud y de sus amores, retiréme, yo solo, dentro de su cuarto, sumergiendo mi rostro entre las almohadas de aquel lecho vacío, desde donde escuchaba el prolongado choque de los zuecos de los hombres y mujeres que subían y bajaban sin cesar, las gradas de piedra de la entrada, para ir a su turno a arrodillarse y orar junto al vestíbulo.

Palabra del Dia

rigoleto

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