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Actualizado: 3 de julio de 2025


En tan largo espacio de tiempo no había permitido la madre que fuese abierta por nadie la fúnebre alcoba; no había querido abrirla ella misma, porque la miraba como a una tumba y las tumbas no se abren. Pero en aquella ocasión decidiose a quebrantar su propósito. Ya desde París había traído la idea de realizar aquel acto tristísimo.

Era la de los Luna, y aunque alguien hiciese burla del parentesco, allí estaban sus ilustres ascendientes don Álvaro y su mujer, en tumbas monumentales. La de doña Juana Pimentel tenía arrodillados en sus ángulos a cuatro frailes de mármol amarillento, que contemplaban a la noble señora tendida en la parte alta del monumento.

Echó a correr hacia la salida, como si quisiera evitar las explicaciones de Maltrana, y éste la siguió. Cerca de la verja, los dos acortaron el paso y marcharon unidos, con rostro grave, como si saliesen tristes de su visita a las tumbas.

Ante la barbarie refinada, fría y cruel del sabio ambicioso, prefería la barbarie pueril y modesta del salvaje: le molestaba menos, y además no era hipócrita. Por esto los únicos enemigos que le inspiraban conmiseración eran los soldados obscuros y de pocas letras que se pudrían en aquellas tumbas.

Por fin Aguado la dejó explicarse, y ella se quejó de lo siguiente: «No le dolía nada, lo que se llama doler, pero tenía grandes insomnios, y a ratos grandes tristezas, y de repente ansias infinitas, no sabía de qué, y la angustia de un ahogo; la habitación en que estaba, la casa entera le parecían estrechas, como tumbas, como cuevas de grillos, y anhelaba salir volando por los balcones y escapar muy lejos, beber mucho aire y empaparse en mucha luz.

En las calles inmediatas suenan nuevas orquestas allí donde hay un establecimiento público, café, hotel ó restorán, con un rótulo inglés en su puerta, para atraer á los héroes del momento: Dancing. Mira á la montaña que cierra el fondo de la plaza y guarda tumbas en su flanco. Luego mira á lo alto.... La tierra y el cielo ignoran nuestros dolores. Y la vida también. Monte-Carlo. Enero-Julio 1919.

En este caso el molde estaría deforme y hay que volverlo á fundir... La hecatombe se impone pues; ¡perezcan los ineptos y sobrevivan los más fuertes! Y añadió lúgubremente como si se dirigiese á alguien: ¡Tened paciencia, vosotros que me habeis legado un nombre y un hogar, tened paciencia! Uno y otro los he perdido, patria, porvenir, bienestar, vuestras mismas tumbas... ¡pero tened paciencia!

El primer día que se hablaron, el marino, enamorado de su país, le describió las bellezas del Morbihán, extenso mar interior rodeado de bosques, con islas cubiertas de pinos; las antigüedades venerables de la ciudad; su catedral gótica, abundante en tumbas, entre ellas la de un santo español: San Vicente Ferrer. A Caragòl le dió un vuelco el corazón.

Allí no hay mas que tumbas, porque no hay mas objetos que abrigar que enjambres de esqueletos disecados por el hambre, la impiedad y la prostitucion!...

Jacobo se prestó dulcemente á ese capricho y ella entonces le apretó contra su corazón con una fuerza extraordinaria y exclamó: ¡Oh! Si me hubieras amado siempre, viviría y sería dichosa... Hizo un ademán de desolación y prosiguió: ¡Ay! ¡Ya no es tiempo! ¡Adiós! Le echó un último beso con la punta de los dedos y se lanzó fuera. Ya la orquesta ejecutaba el sublime preludio del acto de las tumbas.

Palabra del Dia

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