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Actualizado: 6 de junio de 2025


El atleta en la fuga de los más briosos ejercicios, el guerrero mientras riñe la más brava batalla, sostenidos por el entusiasmo y por la excitación nerviosa, no sienten su cansancio ni llegan a postrarse. La postración no sobreviene sino después del triunfo. El soldado de Maratón no cayó muerto hasta que dio a los atenienses la nueva de la victoria.

La limpieza de sus bolsillos era absoluta, y el crédito, apurado ya, faltaba. ¡Qué habría sido de ella si sobre estos horrores no apareciera un sol de vida y esperanza! ¡Ganar el pleito! La idea de un triunfo próximo le daba fuerzas para hacer frente a tantas humillaciones. Si el procurador le decía que había tarea para mucho tiempo, su descorazonamiento rayaba en desesperación.

El Chiquito sonreía bajo la ovación tumultuosa de sus protectores, viendo al mismo tiempo una señal de su triunfo en el gesto taciturno y miedoso de su contrincante y en la ansiedad silenciosa de todos los del país, que apostaban por el guipuzcoano.

La severidad del rector se deshizo entonces en una alegre carcajada, y una gritería inmensa acogió la proclamación del indulto, mientras las gorras subían por lo alto en alas del entusiasmo, y los reos perdonados y el intercesor generoso eran llevados en triunfo con cariñosa fraternidad.

Decidióse la gran contienda en la sangrienta batalla de Cadesiah, que duró dos dias y una noche, y durante la cual los Arabes rugieron como el leon del desierto. Fueron derrotados los Asirios, y en testimonio de su triunfo levantaron los Musulmanes junto á las ciudades de Madain y Clesifon saqueadas las dos poblaciones célebres de Bassorah y Kuffah.

El principio indefinible del ser, con el cual yo creía unirme, y del cual todo lo que se afirma es negando, era el no ser: era la nada. Mi supuesta identificación con él fue muerte egoísta. No fue la muerte generosa de aquel que, amando la vida, sabe darla por el triunfo de una noble idea; por su patria; por la felicidad del objeto amado.

Esta recóndita virtud es la primera que todo montañés, aun el más indocto, siente en los libros de Pereda, y por la cual, no sólo los lee y relee, sino que se encariña con la persona del autor, y le considera como de casa. No si éste es el triunfo que más puede contentar la vanidad literaria.

Sentía la certeza del triunfo, la corazonada de las tardes gloriosas. La corrida fue accidentada desde su principio. El primer toro «salió pegando» con gran acometividad para las gentes de a caballo. En un instante echó al suelo a los tres picadores que le esperaban lanza en ristre, y de los jacos dos quedaron moribundos, arrojando por el perforado pecho chorros de sangre obscura.

¡Para , tres! ¡Ánimo, hermanos! ¡Ánimo! Como una ráfaga, la hueste de chalanes siente el triunfo de los segundones. En un tácito acuerdo comienzan a cejar, sin vergüenza de ser vencidos por aquellos tres hidalgos. ¡Que para eso son hidalgos y señores de torre! Oliveros, en tierra, de cara contra la yerba, ruge, sofocado por las manos del hercúleo segundón.

Aquel era el último triunfo de sus tres años de soberano, y dentro de dos días, para siempre iba descender de tan elevada altura. ¿Qué dejaba detrás de ? S. E. no volvía la cabeza y prefería mirar hácia delante, ¡hácia el porvenir!

Palabra del Dia

rigoleto

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