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Actualizado: 23 de julio de 2025
Los Curuguateños andaban anualmente este camino, segun he visto en varios papeles, y he hablado con varios que lo han andado; porque los Curuguateños no hace sino como treinta años, si no me engaño, que han dejado dicha correria.
Las chusmas, extenuadas por el manejo continuo de bombas y calderos, sentíanse impotentes ante el Océano, que invadía en lenta marea ascendente la concavidad de los agrietados cascarones. Así navegaron treinta y cinco días, creyendo ir hacia Castilla cuando estaban más lejos de ella que al salir de Veragua.
¡Y allí tenían ustedes a todo un capitalista, cargado de oro y diamantes, apeándose entre puercos, terneros y mastines, descubriéndose humildísimo, dando la mano y preguntando por la señora y demás familia a un rústico destripaterrones, que olía a boñiga y aguardiente, y apenas se dignaba responder como sabía a tantas deferencias, no obstante haberle sido presentado el candidato con los títulos consabidos de «persona independiente, con treinta mil duros de renta y mucho talento!.
El autor del secreto decide lo que quiere dejar registrado, y entonces arregla las treinta y dos cartas en el orden que desea.
Yo he comprado mis cuadros y cuando hayan estado treinta años en mi galería y los hayan visto todas las personas que me conocen, nadie dirá, si quiero venderlos, que puedan ser falsos, pues saldrán de mi casa y yo soy muy conocido. El razonamiento, dijo Tragomer, no deja de ser justo. El pabellón da valor á la mercancía.
¡Aquí, Rodolfo! me dijo la señorita desde el velador. Verá usted qué linda colección. Y me mostró veinte o treinta acuarelas: flores, frutas y pájaros, pintados magistralmente. ¡Nunca vi a Gabriela más hermosa! Vestía galano traje azul, de un azul desvanecido, pálido, como el color del cielo en una mañana de otoño. Nosotros nos colocaremos en esa ventana.
Este hombre, cuya edad no parecía más allá de los treinta años, podía ser tenido por hermoso; pero su rostro se contraía algunas veces con un gesto repelente, y sus grandes ojos obscuros brillaban con una expresión imperiosa y cruel.
En Tiñosa con todos sus términos así como la dió el rey á la Eglesia, los cortijos sobredichos e todo lo que há el cabildo en Córdoba, viñas e heredades, huertas, aceñas, hornos, el almoxarefadgo, todas las tiendas fechas e por façer, el diezmo todo de la tienda de los alcalles, e la alfóndiga que es cerca de Sancta María, e cerca de los baños, e la parte que há el cabildo de las caloñas de los alcalles, e la parte del diezmo de los ganados que vienen a estremo, e del montadgo e de los treinta dineros de los judíos, e toda la parte que cayere al cabildo en los almoxarefadgos de todas las villas que tenian los moros en este obispado cuando los oviese la Eglesia, e toda la partida del cabildo de las Eglesias que son en esta cibdat ó serán, etc.» Arch.
No bien la familia de Solís se hubo alejado treinta pasos del Comendador, vió éste que Doña Blanca se volvía á hablar con su marido. Es evidente que el Comendador no oyó lo que le decía; pero el novelista todo lo sabe y todo lo oye.
Paula dijo un Dios te salve el número de veces necesario; pero al llegar al sitio del Padre nuestro, siguió diciendo Dios te salve hasta treinta veces, con tanta prisa, que no esperaba á que la otra concluyera su Santa María.
Palabra del Dia
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