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Actualizado: 21 de junio de 2025
Bien tristemente doy principio a este nuevo libro; mi corazón está destilando sangre por el cruel estado de mi pobre Susana; parecíame que había una pequeña tregua de algunos días, creía que la enfermedad se había detenido en sus progresos; pero ayer, mi desolación llegó a su colmo, al fijarme en la debilidad, en la flaqueza y descomposición de aquella figura, ahora terriblemente transformada hasta el horror... ¡Hija de mi alma! ¡a pesar de todo, se la ve tan dulce, tan tranquila y esperanzada!
El Rey pedía, exigía sin tregua, hidrópico de tributos; y, a veces, su mano, al escurrir la ubre enjuta de los pueblos, no sacaba sino sangre. No era posible dejar sin paga a los ejércitos y abandonar el cohecho de los príncipes y cardenales; y la bancarrota crecía, se envedijaba, se enmarañaba cual inmensa madeja de pasadilla.
Sé un héroe de la vida en la palestra, Y no el rebaño que se arrea mudo! Del porvenir los pasos son inciertos: Vive y obra sin tregua en el presente, Tu corazon en tí, Dios en tu mente! Deja al pasado sepultar sus muertos! Los héroes que en tu mente divinizas Te muestran que la vida es noble y bella, Y ellos te enseñan á estampar la huella Del tiempo en las arenas movedizas.
Por otra parte, la vida de combates sin tregua contra toda clase de peligros y quizá también el aire puro y saludable que respiran los convierten en hombres atrevidos y desdeñosos de la muerte. Trabajadores pacíficos, á nadie atacan, pero saben defenderse. La montaña protectora les da medios para precaverse contra la invasión.
Item, concedo y estatuyo, que todo hombre que fuere justiciado, sus herederos hayan sus bienes, si no fuere por haber muerto algun hombre sobresalvo, ó muerto algun hombre en tiempo de tregua ó si no fuere justiciado por moneda falsa, ó por haver muerto algun hombre estando seguro, ó si no fuere falsario, ó herege; y de qualquiera que fuere justiciado por estas causas sobredichas, el rey haya sus bienes, etc., etc.
Al principio, cuando recibió la noticia, cayó redonda en el pavimento y se le creyó muerta; pero una hora después empezó á hablar, sin fin ni tregua, de su catedral, del coro, de la nave, del cabildo y de los canónigos, del ala del Norte y del ala del Sur, de tal modo que para calmarla ha sido necesario traerle un arquitecto, albañiles, y poner sobre su lecho los planos del malhadado edificio.
Nucha, aunque un poco alterada la fisonomía, se mostró como siempre, afable, tranquila y atenta al buen servicio y orden de la mesa. Aquella noche el marqués no dejó dormir a Julián, entreteniéndole hasta las altas horas con larga y tendida plática. Los días siguientes fueron de tregua; don Pedro salía bastante, y se le veía mucho en el Casino, junto a la tribuna de los maldicientes.
Desde allá se escribía con don Rosendo, a quien obligó con más de un servicio en la lucha sin tregua que mantenía contra sus enemigos los del Camarote. Estos servicios fueron coronados, después de algún tiempo, por una gran cruz de Isabel la Católica. Al mismo tiempo que el diploma, le remitía el magnate una placa de brillantes, cuyo valor no bajaba de veinte mil reales.
Más bien sería una de esas ideas poéticas, que brotan espontáneas, aun en los corazones más duros y crueles del pueblo español, como una planta de resedá florece espontáneamente en Andalucía entre los cantos y la cal de un balcón. A una señal del presidente, sonaron otra vez los clarines. Hubo un rato de tregua en aquella lucha encarnizada y todo volvió a quedar en silencio.
Encendiose más con esto la mala voluntad de aquélla; la guerra estalló con todos sus horrores, sin tregua y sin cuartel. Si Miguel salía de paseo con el lacayo, los ojos penetrantes de la andaluza siempre descubrían a la vuelta en su traje alguna mancha, algún siete mal recosido por una sirviente piadosa: «¡Jesú, qué niño ma susio y ma revoltoso! ¿Qué dirá la gente que le vea?
Palabra del Dia
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