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El predominio de las ideas utilitarias en nuestra sociedad dijo Tristán , la fiebre de progreso, el interés social sustituido a la felicidad individual tiende a convertir el hombre en máquina. Una vez determinada su función en virtud de la división del trabajo se le exige un esfuerzo sin tregua.

Las bandas de mendigos pululan y circulan allí por todas partes, asediando al extranjero sin tregua. Rendido de luchar con las masas movientes en la procesion, fuí á sentarme en un banco de piedra, á la sombra de algunos árboles en la plaza principal, llamada del Horno de Bizcochos. Tenia sed y compré unas naranjas.

Para los principales jefes del movimiento, sobre todo, no ha habido piedad; las fuerzas leales los han perseguido sin tregua ni descanso, los han acosado con desesperante tesón, y cuando han logrado echarles el guante, les han dado muerte sin misericordia.

Hablaba bajo, pero cada una de sus palabras tenía punta acerada como una saeta. El P. Jacinto conoció que había confiado por demás en su serenidad y en su elocuencia. Se hizo un lío y no supo decir nada. Se encontró tan apurado, que la vuelta de Clarita al salón le quitó un peso de encima y le dió tregua para poder replicar en momentos más propicios y después de meditarlo.

7 ni a él le deis tregua, hasta que confirme, y hasta que ponga a Jerusalén por alabanza en la tierra. 8 Juró el SE

Leyó sin tregua, con atención profunda, los escritos más sobresalientes acerca de las investigaciones críticas sobre el cristianismo primitivo, sobre los libros del Nuevo Testamento y la historia de los dogmas.

Dando tregua al espíritu progresivo y reformista que le animaba, supo mostrarse tierno y sensible, lo cual en nada menoscaba su gloria de publicista. Cecilia no se cansó en mucho tiempo de llorar a su buena madre, con quien la ligaba tanto el parentesco de la carne como el del alma. De todos sus hijos, era ésta la que más semejanza guardaba con ella, aunque no era la preferida.

Tiempo hacía que sus relaciones con Emma y con el tío eran para él constante ocasión de sobresaltos. De ambos esperaba y temía terribles descubrimientos, quejas, acusaciones concretas, crueles recriminaciones, singularmente de su mujer. ¿Qué sabía? ¿Qué no sabía? ¿Qué tregua del diablo, que no de Dios, era aquella que le estaba dando, y por qué se la daba y hasta dónde llegaría?

Tu madre era cigarrera; un día necesitó pagar una deuda, y no teniendo dinero se lo pidió á la cabecilla de su mesa: esta se lo dió ¡pero á qué costa! fuiste la hipoteca de aquel contrato; tu sangre, y un trabajo sin tregua ni descanso, los réditos; y la absoluta pérdida de tu libertad, la cláusula de aquel monstruoso pacto. Desde aquel momento tuviste una despótica señora.

Muy mal parado estaba el infeliz Elías; y ya se encomendaba á Dios con toda su alma, cuando la inesperada llegada de un nuevo personaje puso tregua á la cólera de sus enemigos, salvándole de una muerte segura. Era un militar alto, joven, bien parecido y persona de noble casa sin duda, porque, á pesar de su juventud, llevaba charreteras de una alta graduación.