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Actualizado: 2 de julio de 2025


Tenía algo de la fiera que cae en la trampa, del murciélago que entra por su mal en vivienda humana llamado por la luz.... Y cerca de Ana nerviosa, aprensiva, febril, semejaba el símbolo de la salud queriendo contagiar con sus emanaciones a la enferma.

Caía en la trampa el infeliz labriego impulsado por la necesidad y se llevaba el caballo después de firmar con toda clase de garantías y responsabilidades el préstamo de una cantidad que no había visto, pues el don Jaime, representante de un ser oculto que facilitaba el dinero, la entregaba al mismo don Jaime, representante del dueño del caballo.

Estaba furiosa. «¡Su don Víctor! ¡Aquel idiota! , idiota; en aquel momento no se volvía atrás. ¡Qué diría Petra para sus adentros! ¿Qué marido era aquel que cazaba con trampa a su esposa?». Miró a la luna y se le figuró que le hacía muecas burlándose de su aventura.

Los dos se sumergieron en el pozo negro de sus cábalas, cuya trama urdían tan diestramente: don Bernardino daba detalles y S. E. hacía comentarios, inquiría, aconsejaba, resolvía dudas, recorriendo a pasito de comadreja el despacho. Es una trampa para cazar ratones decía el señor ministro, y si no ya verá usted cuántos caen.

Sabe Dios... Alguna trampa que me quieren armar. Si sólo fuera para asesinarme, pase; ¡pero si es para atentar al sagrado de mi honor...!

Mañana, que nosotros nos muramos, la pobre necesitará buscarse el sustento trabajando, si antes no encuentra un marido... ¿Y qué marido le vamos a dar a una muchacha con necesidades y sin dinero? Los tertulios no cayeron en la trampa. En realidad tampoco ella lo pretendía. Todo aquello venía a reducirse a puro convencionalismo, pues a nadie se le ocultaba lo que había debajo.

Erró, efectivamente, al vaciar con el pensamiento el bolsillo de Carmelita, erró con Fernanda, con María Josefa, con Micaela, y ¡miren qué diablo! fue a acertar precisamente con Emilita. Unas tijeras, un pañuelo, un dedal y tres caramelos. La niña se puso a gritar batiendo las palmas, toda nerviosa: ¡Trampa, trampa!

En algunos momentos, como usted comprenderá, los largos años que me separan de la época de que estoy hablando desaparecen, olvido que he vivido después, que el tiempo y las circunstancias me han impuesto cuidados más graves, han creado causas diferentes de alegría y de tristeza y establecido razones de enternecimiento mucho más serias: es como una antigua trampa en que se cae de nuevo, y permítame usted esta imagen en gracia a que está un poco más conforme con lo que siento; como una vieja llaga ya completamente curada, pero sensible, que de pronto se reanima, y al tocarla duele y hace gritar.

Pues no; había de ser señorito rico, para que me engañara y no se pudiera casar conmigo... Luego, lo natural era que yo le aborreciera... pues no señor, sale siempre la mala, sale que le quiero más... Luego lo natural era que me dejara en paz, y así se me pasaría esto; pues no señor, la mala otra vez; me anda rondando y me tiene armada una trampa... También era natural que ninguna persona decente se quisiera casar conmigo; pues no señor, sale Maxi y... ¡tras!, me pone en el disparadero de casarme, y nada, cuando apenas lo pienso, bendición al canto... ¿Pero es verdad que estoy casada yo?...».

A una cuadra está el templo y convento de la Compañía de Jesús, en cuyo presbiterio hay una trampa que da entrada a subterráneos que se extienden por debajo de la ciudad y van a parar no se sabe todavía adónde; también se han encontrado los calabozos en que la Sociedad sepultaba vivos a sus reos.

Palabra del Dia

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