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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Olvídate por ahora de todo lo que es pura ostentación. Acabose el barullo. Se gastará nada más que lo que se tenga, para no hacer ni una trampa, pero ni una sola trampa. Fíjate bien». Esta sensatez era cosa nueva para Fortunata, y empezó a corregir algo sus primeras ideas acerca de su amante y a considerarle mejor que los demás.

Su último duelo databa de ocho años antes: un encuentro en la frontera italiana entre dos señores que se habían abofeteado por una trampa de juego. Aún se hizo más sombrío su rostro mientras se inclinaba en señal de asentimiento, llevándose una mano al pecho.

El capitán, sereno, apacible, grandioso como un héroe de la antigüedad, rechazó aquella imputación y demostró hasta la saciedad que allí no cabía trampa alguna. ...A no ser añadió sonriendo mefistofélicamente que estuviera usted convenida conmigo para dejarme ver de antemano lo que tenía en el bolsillo.

Me arrodillé y apliqué el oído a su pecho; pero antes de que pudiera cerciorarme de su muerte el chirrido de las cadenas del puente al bajarlo, y un momento después descansaba en su lugar contra el muro, del lado del foso en que yo estaba. Iba, pues, a verme cogido en una trampa, y el Rey conmigo, si todavía estaba vivo. Tenía que abandonarlo a su suerte.

Jacobo forcejeaba como el lobo cogido en la trampa para buscar una salida, y no hallándola, exclamó al fin, rompiendo el freno de las formas, último que suele romper el más inepto de los diplomáticos: ¡Política romana con todas sus hipócritas bajezas y sus intrigas de sacristía!...

Se mostraban escandalizadas é irritadas por la fortuna de la de Delille, á pesar de que ninguna de ellas había perdido un céntimo en el juego. Una suerte así no era natural; debía haber trampa. No podían decir cómo era la trampa, pero existía indudablemente.

Y el muy imbécil tal vez se divertiría, tal vez estarían con él las hermanitas, y todos juntos mirarían con desprecio a la gente que se pasea por bajo, sin pensar que de allí podría salir un acusador anónimo que les gritara: «¡Todo ese lujo, esa altivez que ostentáis, son debidos a la trampa, a la desvergüenza, a que vuestra madre es una...!»

Los legisladores de esta sociedad y de otras semejantes temían sin duda que las mujeres fuesen más dadas á la trampa que los hombres. Ella, la duquesa de Delille, no podía ser igual al marinero griego que tallaba todas las noches con una suerte inverosímil, haciendo incurrir al público en sospechas y malos pensamientos.

Palabra del Dia

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