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Actualizado: 19 de julio de 2025


Tan grande era la solicitud con que trabajaban los indios, que todo se levantaba, como por encanto, en las nuevos pueblos formados por tribus que hablaban diferentes dialectos. Poco mas ó ménos hácia esta época los PP. Antonio Orellana y José de Vega emprendieron una peregrinacion por órden del Superior de la hermandad, subiendo por el pais de los Yuracarees, desde Moxos hasta Cochabamba.

Después, enseñó al doctor el triturador del carbón, donde trabajaban las mujeres entre una nube de polvillo que las cubría la cara, dándolas un aspecto de grotesca miseria, con la boca llorosa y los ojos enrojecidos, en medio de su máscara negra.

Trabajaban con el gorro rojo calado sobre las orejas, y al menor alto en sus faenas se apresuraban á meter las manos en los bolsillos del capote.

Como eran sin disputa los mineros más hábiles que hasta entonces trabajaban en el coto de Carrio, ganaban mucho más que los otros, y como no tenían familia, más de la mitad de su quincena entraba en el cajón de Martinán. Sin embargo, la entrada de los dos mineros produjo, como siempre, malestar en la taberna. Se les temía y se les odiaba generalmente.

Mas a fuerza de trabajar, de desvelos y de casi inverosímiles economías, lograron vestirse y calzarse ambas de la misma manera, y aun tener sendos sombreros de moda, arreglados por ellas, bajo la inspección de Isidora, con despojos y reliquias de otros sombreros que conseguían de balde en una tienda para la cual trabajaban. ¿Qué mujer no tiene sombrero en los años que corren?

El Visorrey lo recibió y hospedó honrosísimamente. En este medio todos trabajaban á porfía en levantar el fuerte, aunque muchos eran de parescer que no se hiciese allí, por la falta que había de agua y por no poder dar socorro á los navíos que le vernían á vituallar. Cuanto más lo contradecían, tanto más priesa se daban en la obra.

Todos reían, «¡ja, ja, jacon una carcajada espontánea, pero breve; una risa en tres golpes, pues el prolongarla podía interpretarse como una falta de respeto á la majestad. Cerca de Europa, una oleada de noticias salió al encuentro del buque. Los empleados del telégrafo sin hilo trabajaban incesantemente.

Algunos eran muchachos honrados que pretendían abrirse paso en la tauromaquia para sostener a sus familias con algo más que el jornal de un obrero. Otros, menos escrupulosos, tenían fieles amigas que trabajaban en ocupaciones indeclarables, satisfechas de sacrificar el cuerpo para la manutención y adecentamiento de un buen mozo que, a creer en sus palabras, acabaría por ser una celebridad.

Descansa un tanto y después te llamaré para que me des noticias de lo que en Francia ocurre. Hasta aquí han llegado rumores de que antes de terminar el año ondearán nuestras banderas al sur de las grandes montañas de la frontera española. Mucho se hablaba de ello en Burdeos á mi partida, repuso Simón, y á fe que los armeros trabajaban sin descanso y que llegar buen número de soldados.

Los jornales de las que trabajaban nunca subían; pero, en cambio, ¡qué alegría cuando alguna renunciaba al mundo! Las señoras que protegían a las Hijas de la Salve solían pagar el no muy cuantioso dote necesario y el humilde equipo preciso. ¡Santa caridad que sustraía doncellas a la circulación del pecado, evitando que llegaran a ser madres de impíos!

Palabra del Dia

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