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Actualizado: 19 de noviembre de 2025


Otra costumbre ai, i es, que quando algun Hijo, ò Hermano muere, en la casa donde muriere, tres meses no buscan de comer, antes se dexan morir de hambre, i los Parientes, i los Vecinos les proveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aqui estuvimos muriò tanta Gente de ellos, en las mas Casas havia mui gran hambre, por guardar tambien su costumbre, i cerimonia; i los que lo buscaban, por mucho que trabajaban, por ser el tiempo tan recio, no podian hacer sino mui poco; i por esta causa los Indios que

Aquella oficina era lo único accesible del edificio, donde se podía entrar á la buena de Dios, sin miedo á esperar ni á porteros inflexibles. ¿Está el Capi?... preguntó Aresti á los escribientes que trabajaban tras un atajadizo de cristales. ¡Pasa, Planeta, pasa! gritó alguien tras una puerta del fondo del corredor.

Y había que oír la expresión cariñosa que daba el marino al mote de Planeta aplicado al doctor. Para él, en su habla bilbaína, los hombres se dividían en tres clases. Los que trabajaban seriamente en cosas de utilidad y no tenían mote alguno. Los vagos y viciosos, que no sirven de nada, á los que llamaba arlotes.

Era un amplio patio con cobertizos, debajo de los cuales trabajaban los toneleros golpeando con sus mazos los aros que aprisionaban la madera. Los toneles a medio construir, con sólo la parte superior sujeta por los aros de hierro, abrían sus duelas sobre un fuego de virutas que las caldeaba, encorvándolas para que facilitasen el cierre.

Allí unicamente trabajaban las mujeres. Aquellos bigardos se pasaban la vida con un fusil al hombro, charlando. Ellas cultivaban la tierra y metían las cosechas en silos, ahumaban y secaban carne y pescado, fabricaban anzuelos y flechas. Los hombres únicamente cazaban, pastoreaban las cabras y compraban y vendían pieles curtidas, jaiques, azufre, camellos y bueyes.

Su actitud resuelta produjo excelente efecto en la tripulación, turbulenta por naturaleza, pero también muy cobarde. Los pescadores fueron los primeros en ponerse al trabajo, imitándoles los preparadores, los cuales encendieron las fornallas; pero ni unos ni otros trabajaban con la diligencia de los días precedentes.

Y así, cuando la conquista del Egipto, abaratando el trigo en Roma, arruinó a los agricultores que trabajaban a crédito en Italia, fueron estos vendidos con sus tierras, y millones de hombres libres descendieron de este modo a la condición de siervos de la gleba.

Dió un grito á los marineros que trabajaban en la limpieza: «¿Dónde está don Antonio? ¡A ver: uno que le llame!» ¡Don Antòni!... ¡don Antòni! contestó una fila de voces de la popa á la proa, mientras el tío Caragòl asomaba la cabeza á la puerta de sus dominios. Surgió don Antòni por una escotilla. Estaba revisando todo el buque antes de despedirse de su capitán.

Un detalle que no se me pudo escapar, fué que los soldados que con más ahinco trabajaban y más esfuerzos hacían, eran los pertenecientes á la raza de color. Y es que ellos no se consideran más que servidores de la patria, teniendo verdadero amor por el ejército y dentro de éste por su compañía ó escuadrón.

Ellos eran los que las trabajaban, los que las hacían producir, los que dejaban poco á poco la vida sobre sus terrones. Pimentó, hablando con vehemencia de su trabajo, mostraba tal impudor, que algunos sonreían.... Bueno; él no trabajaba mucho, porque era listo y había conocido la farsa de la vida.

Palabra del Dia

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