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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Hasta los españoles del siglo XVI, al batallar con media Europa por la unidad religiosa y el exterminio de la herejía, trabajaban por un ideal erróneo, obscuro, pero desinteresado. Todos se movían en la Historia por algo que consideraban generoso y estaba por encima de sus intereses.

¡En la nueva edificacion trabajaban arrastrando cadenas los infelices cristianos que Almanzor habia llevado á Córdoba cautivos, de vuelta de sus periódicas espediciones! 1 Vestíbulo del Mihrab. 2 Mihrab ó santuario. 3 Maksurah, recinto privilegiado y cercado, solo accesible al Ymám y á los ulemas, alkhatibes, almocries y demas ministros del templo.

Los hombres trabajaban lo mismo de noche que de día, ayudados por sus familias, en un noble aislamiento, sin la emulación de grupo ni el miedo al aperador. El hombre no era un esclavo en cuadrilla: rara vez se conocía allí el bracero a jornal. Cada uno cultivaba lo suyo, y los vecinos se ayudaban en las faenas difíciles.

El fué quien habiendo oido en Madrid hablar del pavimento de madera de las calles de Paris, entonces no adoptado todavía en España, propuso su aplicacion en Manila, estendiendo por las calles tablas, clavadas al modo como se ven en las casas; él fué quien lamentando los accidentes de los vehículos de dos ruedas, para prevenirlos discurrió que les pusieran lo menos tres; él fué tambien quien, mientras actuaba de Vice Presidente de la Junta de Sanidad, le dió por fumigarlo todo, hasta los telegramas que venían de los puntos infestados; él fué tambien quien, compadeciendo por una parte á los presidiarios que trabajaban en medio del sol y queriendo por otra ahorrar al gobierno de gastar en el equipo de los mismos, propuso vestirlos con un simple taparrabo y hacerlos trabajar, en vez de día, de noche.

Remolón era el buen señor, y transcurrió otro mes sin que entrase por las puertas la ansiada libranza. Áspera y recelosa D.ª Laura, invitó a Isidora a trabajar con espaciosos argumentos. ¿No tenía manos? ¿No sabía coser? ¿No trabajaban como negras aquellas dos señoritas decentes, Emilia y Leonor? Isidora era hábil en la costura y en prepararla, pero no sabía manejar la máquina.

Todas trabajaban y todas hablaban. La impaciencia era grande por saber cuándo llegaría el general. Esto por una parte, y la rivalidad por otra que existe entre las de Lucban y Tayabas, hacía que la impaciencia de las últimas subiese de punto, deseando saber si podrían ó no sobrepujar á las primeras.

Sus cuellos altos, sus corbatas de vivos colores, llamaban la atención de las mujeres que trabajaban en el carbón, pobres seres enflaquecidos por el trabajo y la bebida, que siempre tenían algo que pedir al ingeniero para remedio de su maternidad miserable. ¡Chicas: nos lo han cambiado! se decían; ya no es don Fernando: parece un señoritingo de los del Arenal. ¿Quién será la novia?...

Esta invitación no la hacía á todos los visitantes: pero con él era distinto; él había ido á Roma en peregrinación y había visto el cuerpo de San Ignacio. Pasaron del castillejo al monasterio por una galería cubierta, en la que trabajaban varios obreros con pantalones y blusas del mismo azul celeste que el manto de la Virgen.

Se extendió de nuevo sobre la tierra un velo gris, y la espiral de palomas cesó de aletear, desplomándose de golpe en el fango. El jefe del fielato habló de las dos muchachas. Las veía pasar todas las mañanas a la misma hora; trabajaban en una fábrica de gorras de la calle de Bravo Murillo.

El hijo se asustó. Iba á repetirse la suntuosa mazmorra de París frente al mar luminoso, en uno de los paisajes más sonrientes de la tierra. Habló á espaldas de su madre con todos los que trabajaban para la futura Villa-Sirena.

Palabra del Dia

reclinándose

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