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Actualizado: 19 de junio de 2025
Zoraida, suspirando, cerró por algunos segundos sus hermosos ojos de anchas pupilas bajo la masa de cabellos rubios retorcidos sobre la cabeza espléndida. Le respondieron sin embargo de un modo evasivo. Tú debes acordarte de cuando él te traía aquí... el señor Zumarán era muy bueno... Tal vez demasiado bueno.
En aquel piso bajo, amueblado en un estilo inglés muy puro, época de la Reina Ana, la vida interior se desarrollaba según las reglas de un reglamento severo, completamente británico. Huberto fue interrumpido en sus reflexiones por la entrada de un criado, inglés, como los muebles, que le traía el té y el correo.
Vestía una bata suelta de color carmesí bastante usada, y traía el cabello sujeto con una redecilla blanca. Mas pasaba una cosa singular con esta niña. Con el vestido usado, y descosido a veces, de trajinar por la casa, y el cabello al desgaire, estaba más linda que cuando se ponía de tiros largos.
La hija de Valcárcel se robaba a sí misma por mano de Eufemia que, de tapadillo, traía de tiendas y plazas los mejores bocados y las chucherías más caras de la moda en materia de ropa interior, perfumes y manjares.
Vagaba á la sombra de los árboles, resbalando sobre el fresco césped, cuando vió que se acercaba una pastora, guiando dos docenas de ovejas con alguno que otro cordero, y un perro que le servía de custodia y compañía. La pastora se ocupaba, andando, en tejer una corona de flores que traía en la falda, y era tanta su hermosura, donaire y elegancia, que la pluma se quedó absorta.
Yo me acosté con harta tristeza, y el soldado llamó al huésped y le encomendó sus papeles en las cajas de lata que los traía, y un envoltorio de camisas jubiladas. Acostámonos; el padre se persinó, y nosotros nos santiguamos de él. Durmió; yo estuve desvelado trazando cómo quitarle el dinero. El soldado hablaba entre sueños de los cien reales, como si no estuvieran sin remedio.
Su venida no saben, y está junto Con su gente haciendo grande estrago. De amigos, y favor está disjunto El Abrego en aqueste fuerte trago, Y el Lerma pretendía así cojerle Porque intencion traía de prenderle. En el Perú la fama habia volado, Con falsa presumpcion, ó verdadera, Que aqueste Abrego estaba medio alzado; Por tanto viene Lerma á la ligera.
Mas una noche en que traía la cabeza un poco exaltada por la lectura de cierto desafío de dos yankees, al topar junto al café de la Marina con Maza, se le ocurrió escupir en la forma provocativa que usaba.
Hacía un mes que no conocía ese lujo asiático. La dulce anciana, cariñosa, rodeándome de todas las imaginables atenciones, me traía a la memoria el hogar lejano y otra cabeza blanqueda como la suya, haciendo el bien sobre la tierra. Partí adelante, sólo, para hacer preparar el almuerzo en Chimbe. A la hora de camino, la mula se me cansó definitivamente; ni la espuela ni el látigo eran suficientes.
Jacinta gastaba siempre mucho menos de lo que su suegra le daba para menudencias; no era aficionada a estrenar a menudo, ni a enriquecer a las modistas. Los hábitos de economía adquiridos en su niñez estaban tan arraigados que, aunque nunca le faltó dinero, traía a casa una costurera para hacer trabajillos de ropa y arreglos de trajes que otras señoras menos ricas suelen encargar fuera.
Palabra del Dia
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