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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Por otra parte, la familia no me tiraba gran cosa que digamos... Bien sabes tú la vida que traía mi ilustre padre. Mis hermanas estaban casadas, y mi hermano Ramiro gastando el último soplo de vida en endosar honradamente sus deudas a sus colaterales, y en despabilar a la última de las mujeres que a tal extremo le habían llevado en lo mejor de la vida.
Poco después de hacerlo apareció Venturita con un peinador blanco que dejaba ver enteramente la garganta de alabastro y una parte de su hermoso seno virginal. Traía sueltos por la espalda los cabellos, y calzaba unos lindos pantuflos bordados. Venía a despedirse para ir a la cama.
En esto se le vino a recordar que desde Cuf traía cierta carta para el sabio Lokman , famoso en los reinos muslímicos por las obras que escribía, y más aún en Córdoba, por sus verídicos vaticinios; y se propuso, sin falta, el visitarlo a la siguiente mañana.
Salió entonces del centro de aquella turba femenina uno que, a no ser por la barba, hubiera podido confundirse con las mujeres. Traía pintadas las cejas de negro, de azul los párpados, a fin de que brillasen más los ojos, y las mejillas cubiertas de colorete.
La estrofa, que originaria y propiamente se llama lira, constaba de cinco versos, y traía su nombre de una célebre oda de Garcilaso, que comenzaba así: «Si de mi baja Lira Tanto pudiese el son, que en un momento Aplacase la ira Del animoso viento Y la furia del mar y el movimiento.»
Este pedazo de arrebozo lo disimula todo. Desarrebozóse y hallé que debajo de la sotana traía gran bulto.
Mi papá, ahí donde usted le ve, ha sido el gallito de Sevilla. Traía dislocadas a las niñas con sus chalecos y sus palabritas. ¡Picaruela! murmuró el anciano, tocándole la cara con manifiesta ternura. La poesía es cosa superior, superior... ¡Pero como la pintura!... A la pintura no llega nada en el mundo. Ya sé que es usted aficionado, y muy inteligente le dije.
Ellas se huyeron aquella noche y hicieron harto daño. Tomaron algunos bajeles pequeños que se habían perdido de las naves, y fué el Truchalí, que las traía, á Constantinopla á solicitar la venida de la armada.
Luscinda, Dorotea, la ventera, su hija y Maritornes, llevadas del nuevo y para ellas nunca visto traje, rodearon a la mora, y Dorotea, que siempre fue agraciada, comedida y discreta, pareciéndole que así ella como el que la traía se congojaban por la falta del aposento, le dijo: -No os dé mucha pena, señora mía, la incomodidad de regalo que aquí falta, pues es proprio de ventas no hallarse en ellas; pero, con todo esto, si gustáredes de pasar con nosotras -señalando a Luscinda-, quizá en el discurso de este camino habréis hallado otros no tan buenos acogimientos.
Y diciendo esto, de un pañuelo que cogido por las cuatro puntas traía, sacó sucesivamente varios pedazos de turrón y algunos puñados de cascajo, castañas, nueces, avellanas y bellotas. Al poner sobre la cómoda la última porción de tan variados bastimentos, lanzó de su pecho un suspiro enorme. «¿Todo eso has traído? preguntó Mariano . ¿Y el pavo? Yo quiero pavo.
Palabra del Dia
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