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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Tendría remordimientos... ¡Pensar en tales cosas en estos instantes!... El ambiente estaba para ella saturado de amor; pero era un amor nuevo, un amor al hombre que sufre, un deseo de abnegación, de sacrificio. Este amor evocaba una imagen de blancas tocas, de manos trémulas curando la carne desgarrada y sangrienta.

Tirso, interpretando aquello como befa por la derrota, se enfureció; levantose de pronto con el rostro desencajado, fue hacia el mapa, trémulas las manos, y cogiendo tres o cuatro banderizas carlistas, dijo, clavándolas en el papel con grosera violencia: ¡! ¡Entrarán aquí, y aquí, y aquí! Los alfileres marcaron al azar varias poblaciones; Estella, Pamplona y Madrid quedaron conquistadas.

El joven empezó a despojarse velozmente. Parecía tranquilo a primera vista. No obstante, quien le observase con cuidado, notaría que había crecido un poco la palidez de su rostro, y que tenía las manos trémulas. Cuando estuvo desnudo de medio cuerpo arriba, interrogó con la mirada al médico.

Se revolvió convulso entonces en la silla, comenzó a resobarse una contra otra las manos trémulas, avivó las llamas de sus ojos que no apartaba de los míos, y me dijo ansiosamente después de haber acudido en vano dos veces a los registros de su voz: Venga el nombre de ese deudo... si es que le conoces . Por lo que a toca, no conozco más que uno.

D. Pantaleón sacó otro compás, parecido al cartabón de los zapateros, y con las manos trémulas le dobló el dedo medio y se lo midió. Mientras tanto Moreno inclinaba su rostro pálido haciendo esfuerzos para averiguar el número de milímetros. Cuando Sánchez lo leyó en voz alta, dio un salto y emprendió una carrera vertiginosa al través de los campos.

Las trémulas llamaradas, que el fuego de la chimenea despedía, hacían oscilar fantásticamente, sobre las paredes del aposento, la sombra del viejo don Alejandro. Arrebujado éste en un sillón, al lado del ancho hogar, procuraba calentar su cuerpo, entumecido, no tanto por el mal tiempo que a la sazón hacía, cuanto por los años y penas que sobre él pesaban.

Mina le escuchaba con ojos de adoración y una pálida sonrisa de miedosa incredulidad. «No... cabina, noPor no seguir el curso de sus peticiones trémulas de deseo, le interrumpía solicitando que le indicase en español la equivalencia de ciertas palabras. Ansiaba hablar la lengua de él. No, querido suspiraba respondiendo a sus súplicas . No, mi novio... Cabina, no... Boca... boca nada más.

Tres meses después, al llegar á Barcelona, encontró á su madre tal como la había visto durante su agonía en la costa portuguesa... Unos pescadores le recogieron cuando su vida iba á extinguirse. Al verle entrar, la buena dama abandonó su eterna labor de encajes, lívida, con las manos trémulas y las pupilas vidriosas.

En el taller del desvenado daba frío ver, agazapadas sobre las negras baldosas y bajo sombría bóveda sostenida por arcos de mampostería y algo semejante a una cripta sepulcral, muchas mujeres, viejas la mayor parte, hundidas hasta la cintura en montones de hoja de tabaco, que revolvían con sus manos trémulas, separando la vena de la hoja.

De vez en cuando se paraba delante del niño y le clavaba una mirada ansiosa, profunda. Abuelo, ¿por qué me miras así?... ¿He sido malo? ¡No, hermoso mío, no! respondió el antropólogo cambiando de expresión y volviendo a su benévola sonrisa habitual. Tornó a pasear, y otra vez se detuvo frente a su nieto y le cogió la cabeza con sus manos trémulas, febriles.

Palabra del Dia

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