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Había resuelto, con Reginaldo, que no debíamos perder un momento más de tiempo, ahora que me sentía suficientemente mejorado y fuerte para viajar, y que era preciso marchar para Toscana, con el fin de averiguar la realidad de aquel misterioso registro cifrado.

Y así fueron a contemplar, tomados del talle y con las cabezas juntas, el sol de media noche en Noruega, el Kremlin cubierto de nieve, las palmeras del oasis de Biskra y las azules corrientes del Bósforo, sin contar otras excursiones más vulgares en busca del canal veneciano la colina toscana o el lago suizo como fondo decorativo de un amor que ansiaba abarcar todo el viejo mundo en su insolente felicidad.

El doctor Schmit, médico de la duquesa de Toscana, fué el primero que ideó las pequeñas láminas de cobre aplicadas sobre la piel, como preservativo del cólera; el doctor Burq inventó las cadenas metálicas para el mismo objeto, segun las observaciones recogidas en los obreros que trabajan en metales, y por lo tanto en el cobre, y que han gozado de una inmunidad general en todas las epidemias del cólera.

Sentí, por la primera vez, que brotaba de todas partes una atmósfera de soledad y separación del resto del mundo; un ambiente de misterio, esencia viviente de lo que es aquel lugar, fácil de destruir ¡ay! pero que todas las cosas la exhalan aún porque están impregnadas de él: ciertamente, es el alma agonizante de la en un tiempo brillante Toscana.

Gustábale de disertar sobre las cosas del arte, y refería a menudo sus pláticas con el Tintoreto, a quien había conocido íntimamente. El latín y la dulce lengua toscana le eran tan familiares como su propio idioma. Al hallarse solo entre sus libros antes cogía las Metamorfosis, o la Jerusalén libertada, que las ásperas epístolas de San Pablo.

Y empezó á leerla, al mismo que una sonrisa parecía aclarar su rostro. Sin embargo, la carta era melancólica, terminando con quejas dulces y resignadas, verdaderas quejas de madre. Mientras iba leyendo, vió con su imaginación el antiguo palacio de los Torrebianca, allá en Toscana, un edificio enorme y ruinoso circundado de jardines.

Cristóbal de Mesa Cortés, canónigo é inquisidor de Córdoba y el racionero Andrés de Mesa, su hermano, á la memoria del caballero D. Andrés de Mesa, del hábito de Santiago y gobernador de Puerto Hércules en Toscana, su tio, sepultado en esta capilla, y á la del pontífice Gregorio XIII, protector de los mismos. Capilla de S. Antonino.

El lugar indicado es cerca de Lucca, en Toscana observé. Usted dice que el tal Poldo Pensi ha estado allí y ha hecho averiguaciones. ¿Qué fue lo que encontró? Lo que el Cardenal le había dicho que encontraría. Pero jamás me explicó lo que era. Todo lo que llegó a manifestarme era que el secreto convertiría a su dueño en un hombre muy rico, lo que ciertamente ha sucedido en el caso de Blair.

Así se llama la mujer vestida de negro. Cuando volvimos de almorzar, estuvimos hablando con la lechera, la cual nos reveló secretos que nos afligen profundamente. La jóven que habita uno de los cuartos principales del hotel de enfrente, no es francesa; es de Pisa, una de las más célebres ciudades de Toscana, una de las más bellas ciudades del mundo.

Entre la verja y las paredes se aglomeraba una vegetación loca, una selva minúscula, en cuyas espesuras guerreaban y se devoraban los insectos después de enviar interminables expediciones volantes y rampantes á todas las casas próximas. Pasó rozando el panteón para llegar á la entrada de la «villa», hermoso edificio de arquitectura toscana.