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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Un amigo fiel acababa de traer el aviso. La muchachita tísica arrojó el cigarro, escapando con un temblor cerval, que aún hacía más angustiosa su tos. La beoda abrió los ojos, miró en torno y volvió á cerrarlos, murmurando: ¡Que vengan! En la comisaría se duerme lo mismo que aquí. Elena se apresuró á huir.

Y mucho que consta respondió don Pedro Nolasco ; pero con su cuenta y razón: en bandos que yo publiqué en su día, cuando las cosas andaban a paso más firme que ahora... , señor; allí estaba bien y en su punto; pero no lo está donde acabas de ponerlo con la mala intención que siempre tuvistes... ¡Eso es agraviarme! exclamó mi tío sofocado por la tos.

Fuera de esto se mostraba amable con él, le trataba como a un niño, le daba bocaditos del plato en que ella comía y le hacía mimos cogiéndole la barba con la punta de los dedos. Pero el pobre, antes de terminar la cena, se vió acometido de un golpe de tos; se puso rojo; quería echar, con grandes esfuerzos de su cuerpo, algo que no acababa de salir.

Tal como ahora le hallamos, todavía llamaba la atención por su fisonomía simpática y venerable, y por su figura atlética. Con la violencia de la tos, su temperamento sanguíneo experimentó una fuerte sacudida: el rostro se coloreó excesivamente. Cuando hubo cesado, tornó a coger el hilo del discurso.

Si la tos, así como la garganta, ofrecen sequedad, preciso es reconocer un pasajero estado de espasmo en los bronquios y laringe, bastante propio del antimonio, derivándose de aquí fenómenos asmáticos muy caracterizados, y la tos por accesos con ardores en el pecho. Es muy comun que los esputos sean viscosos y que el aumento de salivacion se convierta en tialismo.

El color amarillento, las encías ulceradas y de un rojo de púrpura en su borde, son síntomas mas propios del carbonato de cobre. La tos sanguinolenta pertenece al acetato de cobre, así como tambien la accion sobre el dérmis con la que tiende al desarrollo de escrecencias ficiformes, y aproximándose en esto al ácido azótico.

Maud le salía al encuentro fingiéndose distraída; le esperaba al paso, apoyada en la borda, contemplando el mar en la actitud de una actriz que se ve espiada por la máquina fotográfica, y era bastante una sonrisa, un movimiento de ojos, una leve tos, para que Fernando volviese a juntarse con ella.

Esta mañana la muchacha tenía un buen calenturón; no toma alimento y la tos no la deja un instante. ¿Qué está usted diciendo, señor? exclamó la tía María . ¡Don Federico!, usted que ha hecho tan buenas curas, que le ha sacado un lobanillo a fray Gabriel y enderezado la vista a Momo, ¿no podría usted hacer algo por esa pobre criatura? Con mucho gusto respondió Stein.

¡Si fuera usted siquiera un pollo guapo! Lo he sido. ¿El año cuántos?... ¡Qué mala, qué mala es esta chiquilla! exclamó don Mateo riendo y acometiéndole acto continuo un golpe de tos que le embargó la respiración por algunos momentos.

Don Martín, el cura, subía también, recatándose para que no le viera el Vara de plata. Era una pequeña comunidad que se agrupaba en torno del apóstol enfermo con el fervor que inspira lo desconocido. Gabriel contestaba a las preguntas de aquellos hombres, reveladoras muchas veces de la simplicidad de su pensamiento. Cuando le acometía la tos, le rodeaban, mostrando en sus rostros la alarma.

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