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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Delante y casi tocándole con la mano, un peñón enorme que se perdía de vista a lo alto, y aún continuaba creciendo según se alejaba cuesta arriba hacia mi izquierda, al paso que hacia la derecha decrecía lentamente y a medida que se estiraba, cuesta abajo, hasta estrellarse, convertido en cerro, contra una montaña que le cortaba el paso extendiendo sus faldas a un lado y a otro.
Fernando sonrió, algo asombrado de la naturalidad con que don José hacía esta declaración. ¡Qué cinismo tranquilo!... Y quiso acompañar su risa tocándole en el pecho con un dedo, pero se detuvo al ver su gesto de sorpresa. Se equivoca usted, señor Ojeda. Yo soy un indigno pecador en muchas cosas... menos en ésa. Tengo mis defectos, como todos los hombres, pero lo que usted cree... ¡nunca!
Luisa, sin embargo, se resolvió a hacer lo que pretendía a despecho de su amiga, y llegándose a Lola, le dijo: Mira, Asunción tiene que decirte una cosa; ve a sentarte junto a ella. Lolita se vino hacia la melancólica niña y le preguntó cariñosamente tocándole la cara: ¿Qué tienes que decirme, Chonchita?
A Izquierdo le vibró el corazón, y este movimiento del ánimo fue tan claramente advertido por Guillermina, que se echó a reír, y tocándole la rodilla con la mano, repitió: «¿No es verdad que se contentará?... Vamos, hijo mío, confiéselo por la pasión y muerte de nuestro Redentor, en quien todos creemos». Los ojos del chalán se iluminaron.
Sorege, extendido en un sillón, parecía digerir la comida con una satisfacción completa. Tragomer dejó á sus compañeros, se aproximó al joven y tocándole en el hombro por encima del alto respaldo del sillón, le dijo: Buenas noches, Juan, ¿estás bueno? Sorege abrió los ojos y lanzó á Tragomer una rápida mirada; en seguida sus pupilas velaron de nuevo los misterios de su pensamiento.
Buscando las aventuras por entre las duras peñas, maldiciendo entrañas duras, que entre riscos y entre breñas halla el triste desventuras, hirióle amor con su azote, no con su blanda correa; y, en tocándole el cogote, aquí lloró don Quijote ausencias de Dulcinea del Toboso.
Es mentira, Kassim le dijo. ¡Oh! repuso Kassim sonriendo no es nada. ¡Te juro que es mentira! insistió ella. Kassim sonrió de nuevo, tocándole con torpe cariño la mano. ¡Loca! Te digo que no me acuerdo de nada. Y se levantó a proseguir su tarea. Su mujer, con la cara entre las manos, lo siguió con la vista. Y no me dice más que eso... murmuró.
Pero así que aquellos desvergonzados pasaban de las palabras a las obras tocándole la cara o pellizcándole, ya estaba descompuesto, perdía enteramente los estribos y no decía cosa intencionada ni siquiera razonable. Superfluo es añadir que, conociéndole el flaco, todas las bromas terminaban en esta forma.
Palabra del Dia
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