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Actualizado: 15 de junio de 2025


No duermo más que cuatro horas; pero van de un tirón. ¿No ves que llego a casa rendida? Y lo que tengo que cavilar lo cavilo por el día. ¡Qué felicidad! ¿Te vas ahora a misa? , para lo que gustes mandar replicó la santa; y su semblante recién lavado despedía tanta frescura como regocijo.

Tenía la fiebre de la lectura. Leía acostado doce horas de un tirón, y encontró un modo extravagante de alumbrado: ponía en equilibrio sobre su cabeza una gran palmatoria de cobre, que iluminaba perfectamente las páginas; pero, a veces, se dormía y la palmatoria rodaba por la cama, con grave peligro de incendio.

Montados en su máquina, que permanecía inmóvil encima de los ojos de Gillespie, á unos tres metros de altura, estos aviadores acogieron con un regocijo pueril el gesto de asombro que puso el gigante al sentir el tirón que aprisionaba é inmovilizaba su brazo. Pero luego adivinaron en el prisionero una expresión de dolor.

¡Nego! gritó con más ardor todavía, sintiendo otro tiron de su americana. Juanito ó mejor Plácido que era el que le apuntaba, empleaba sin sospechar la táctica china: no admitir al más inocente estranjero para no ser invadido.

En él, como en Daudet, la producción es violentísima; produce de un tirón, rápidamente y como delirando. A veces se le oye exclamar: «¡Ah, tunanta!»... O bien: «¡Ah, miserable, ya eres mío!...» La cólera de sus personajes le quema, irritándole hasta el paroxismo, obligándole á salpicar el primer original de sus obras de interjecciones y frases soeces.

Cuando a una débil mujer le diste en esa ocación la juerza que en un varón tal vez no pudiera haber. 605 Esa infeliz tan llorosa, viendo el peligro se anima; como una flecha se arrima y olvidando su aflición, le pegó al indio un tirón que me lo sacó de encima.

Hasta entonces yo había pedido a los amigos; desde aquel momento pediría a todo bicho viviente, iría de puerta en puerta con la mano así... Del primer tirón me planté en casa de una duquesa extranjera, a quien no había visto en mi vida. Recibiome con cierto recelo; me tomó por una trapisondista; pero a , ¿qué me importaba?

Estábamos en Sanchidrián, á veinticinco leguas de Madrid, al otro lado de la cordillera del Guadarrama. ¡Bien nos habíamos portado! ¡Cinco horas de sueño de un tirón! Decía que estábamos en Sanchidrián, y que el aguijón del hambre nos había despertado. ¡Oirlo nosotros, y bajar el cristal de la ventanilla, todo fué una sola cosa!

¿Qué has estudiado hoy? preguntábame al llegar. Nada. ¿Cómo nada? Me fastidia el estudio decía yo con tono cansado. El pobre cura estaba consternado. Preparaba largos discursos y me los espetaba de un tirón, pero producían el mismo efecto que si los hubiera dirigido a un piel roja. Por último súbitamente me volví triste.

Y Aresti, evocando de un golpe todo el pasado, hacía preguntas á sus compañeros, recordándoles los incidentes de la juventud. Aún veía, como si lo tuviera ante sus ojos, al señor Juan Sánchez, el padre de Sánchez Morueta, el patriarca de la familia, el iniciador obscuro de la presente prosperidad, el que de un tirón los despegó á todos del bajo fondo social en que habían nacido.

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