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Actualizado: 29 de junio de 2025


Y se oyó el leve, pero característico ruido de las tijeras, que cortaron con trabajo los cabellos del centro de la cabeza de doña Clara. ¡Oh, Dios mío! Esto es demasiado largo; no puede sacarse un ramal tal de marañas; el pelo de maraña es más corto. ¿Pero qué maraña es esa, señora? Una verdadera maraña que sola puedes desenredar. ¡Yo! , , y de una manera muy dulce.

La camilla penetró en una habitación inmediata al patio, y el espada, con minuciosas precauciones, fue trasladado a la cama. Estaba envuelto en trapos y vendajes sanguinolentos que olían a fuertes antisépticos. De su traje de lidia sólo conservaba una media de color rosa. Las ropas interiores estaban rotas en unos sitios y cortadas en otros por tijeras.

Que a una se le caían las tijeras: risa. Que otra pedía la madeja del hilo teniéndola colgada al cuello: risa. Que se presentaba la cocinera con la cara tiznada, pidiendo a la señora dinero para la lechera: gran algazara en el costurero. No solamente eran jóvenes y alegres las que cosían el equipo de Cecilia; pero además guapas, comenzando por su directora.

A esto respondió doña Rodríguez, que se halló presente: -Dueñas tiene mi señora la duquesa en su servicio, que pudieran ser condesas si la fortuna quisiera, pero allá van leyes do quieren reyes; y nadie diga mal de las dueñas, y más de las antiguas y doncellas; que, aunque yo no lo soy, bien se me alcanza y se me trasluce la ventaja que hace una dueña doncella a una dueña viuda; y quien a nosotras trasquiló, las tijeras le quedaron en la mano.

Pero las tijeras al cortar, chis, chis, y las agujas al coser, cruj, cruj, no le decían ya aquellas cosas tan lindas que la hacían temblar de gozo, sino otras muy horribles, ¡ay! muy horribles. Quedaban sepultadas en su corazón. El mejor lector no leería en sus ojos grandes, hermosos y suaves más que el capítulo risueño de siempre.

No qué me da de ver a una señorita de buena sociedad arrastrándose por esos suelos de Dios con tijeras en la mano.... Eso no está bien. No me agrada que trabajes para vestirte a ti misma, ¿y me ha de agradar que trabajes para las demás?... ¿para qué sirven las modistas?... ¿para qué sirven las modistas, eh?

¡Oh, si yo me atreviera! Hizo coraje algunos días: al fin se atrevió. ¡Cuánta duda, cuánta vacilación antes que las abrasadoras palabras saliesen de sus labios! Estaba D.ª Carolina subida encima de una silla sujetando un visillo del balcón. Carlota había salido en busca de tijeras.

Es preciso que te acostumbres a creer que hay además de ti, otros hombres en el mundo, y que las muchachas tienen ojos para ver y oídos para escuchar. Con estas palabras que encerraban profunda verdad, la condesa me estaba matando. Parecíame que mi alma era una hermosa tela, y que ella con sus finas tijeras me la estaba cortando en pedacitos para arrojarla al viento. Pues .

Benita la Costurera dobla la mortaja y espabila los cirios con las tijeras que lleva pendientes de la cintura, y se balancean al extremo de una cinta azul que llaman hospiciana. DO

En mi tía Carmen no arraigó la murmuración ni halló tierra propicia la maledicencia, acaso porque a la nobleza de su alma repugnaba todo lo bajo y miserable. Por lo contrario, en todas ocasiones salía en defensa del ausente, desgarrado en su buen nombre por las tijeras del gremio solteríl.

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