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Actualizado: 29 de junio de 2025


¡Dame! dijo la reina con ansia ; dame las tijeras y siéntate á mis pies. La joven, admirada y confusa, se sentó á los pies de la reina sobre un taburete de terciopelo. ¡Oh, y qué hermosos cabellos tienes! dijo Margarita de Austria ; tus cabellos me van á salvar, Clara. Y la reina deshacía con mano trémula las gruesas trenzas negras de doña Clara. ¡Oh!

Pero, cuando el maestro le leyó la carta, Melisa escuchola como quien oye llover, la recibió sumisamente y después recortola con sus tijeras en figuras que representaban a Sofía, rotuladas la niña blanca, para evitar errores, y que plantó sobre las paredes exteriores del edificio.

En el trazado de esta línea tenían alguna parte las tijeras de los sastres. No había término medio, y fue lástima grande que tantas ideas generosas y salvadoras no pudieran por fatal destino, emanciparse de la grosería, del mal vestir y peor hablar. Por esto el advenimiento de la clase media fue laborioso y pesado.

Y ahora... no era más que una máquina agrícola, unas tijeras, una segadora mecánica, ¡a quién no embrutecía la vida de Vetusta!».

Hallábase en el suelo, en postura semejante a la que toman los chicos revoltosos cuando están jugando, y ora sentada sobre sus pies, ora de rodillas, no daba paz a las tijeras. A su lado había un montón de pedazos de lana, percal, madapolán y otras telas que aquella mañana había hecho traer a toda prisa de Villamojada, y corta por aquí, recorta por allá, Florentina hacía mangas, faldas y cuerpos.

El conde se puso colorado hasta las orejas, y las hubiera entregado seguramente a las tijeras por no haber pronunciado aquellos dos fatales monosílabos. Bien... dijo la joven alzándose de la silla. Hasta luego. Me alegro de verte bueno. ¡Escucha! ¿Qué hay? dijo retrocediendo el paso que había dado para alejarse y posando en él unos ojos sonrientes y maliciosos que concluyeron de fascinarle.

Quintín decía cada verdad que temblaba la tierra, cada verdad tamaña como un templo, y ni sus amigos ni las personas a quienes tenía en subida estimación escapaban de sus filosas tijeras.

Siendo la respuesta negativa, volvió a subir para dar prisa, y cuando Nazaria se remontó despacio a su alojamiento para comer y dormir la siesta, el fenómeno bajó a buscar las tijeras que se habían quedado en la tienda, y más tarde a decir al cortador que cerrara, y luego fue por aceite a la lonja de la esquina.

Si se tratara, verbigracia, de cortar camisas para los pobres o de enseñar la doctrina a los muchachos, yo me pasaría los días enteros manejando, las tijeras o injiriendo el Padre Astete en las cabezas de estos motilones; pero no se trata de eso ni de cosa parecida: la obra de mi tío no da qué hacer a cada instante ni a cada hora.

Dame las tijeras y el ovillo.... Mira que si no me los das no tendrás flores en tu mesa... ¡flores puestas por ! Le lo que pedía. Al dárselo observé que tenía los ojos arrasados en lágrimas.

Palabra del Dia

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