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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Bueno, pues este amigo hablando una tarde de la negativa de Pepe a llevarme a París me dijo: «Yo le he aconsejado que vayan ustedes, que de allá podrá traer quien le arregle todo eso de los caballos mejor que aquí; pero es muy terco. Basta que le hagan una indicación para que no la siga.
Y añadió : El peor aprieto es ser más terco que una mula, con perdón sea dicho, y creer que el pobre Padre Urtazu sólo entiende de sus piedras y de sus astros y de su microscopio, y es un bolonio, un simplón, para aconsejar en la vida.... No me aflija usted más, Padre. Harto tendré con no ver a Lucía en qué sé yo qué tiempo. Sólo me faltaba que también salga mal la cosa, y que pase ella penas....
La popular frase transcripta encierra las principales virtudes de la mujer: la bondad, la resignación, el avenimiento a todas las circunstancias, la tolerancia, la encantadora docilidad. Defecto grave en la mujer es tener un espíritu contradictor, una voluntad terne, un carácter terco. A la mujer no debe costarle ceder. La testarudez es buena y honrosa en los generales que defienden un fortín.
En aquella visita, lo mismo que en la anterior, yo, terco y emperrado en mi tema, le eché cincuenta veces al campo de la conversación disfrazado de mil modos, con el piadoso fin de observar qué cara le ponía Lita... y nada: ni un gesto, ni un punto arrebolado en las mejillas, ni la más insignificante señal en la nieta de don Pedro Nolasco de que había oído su corazón las llamadas que yo le hacía con el nombre de Neluco y los elogios de sus méritos: hablaba de él con el descuido y la serenidad con que podía hablar de su madre o de su abuelo.
Su interés estaba en hacerlo, porque al fin se trataba del hombre en cuya mano estaba su felicidad o su desgracia; pero aquel pícaro temperamento terco y disputón con que la naturaleza le dotara, le arrastraba a proseguir, aunque veía a su suegro encendido y a punto de enfadarse. Afortunadamente para él, antes que llegase este punto, se presentó en la estancia un criado.
Este presidente era un viejo terco, colérico, impertinente, que dirigía las sesiones del juicio oral como una escuela de párvulos. Ofendía a reos y a testigos, sin respetar mucho más a los abogados. Mostraba sus simpatías o antipatías con una franqueza que aterraba. Sin embargo, no era un perverso ni procedía de mala fe.
Quería ser reina Masicas:«¿No ves que para reina he nacido yo? ¿No ves, Loppi mío, que tú mismo me das siempre la razón, aunque eres más terco que una mula? Ya no puedo esperar, Loppi. Dile a la maga que quiero ser reina.» Loppi no quería ser rey. Almorzaba bien, comía mejor; ¿a qué los trabajos de mandar a los hombres? Pero cuando Masicas decía a querer, no había más remedio que ir al charco.
Dejaron las cabalgaduras en poder de los mozos y se abalanzaron a los coches, produciendo disturbios y curiosidad en los viajeros que no contaban con la novedad de aquella numerosa caravana. Gustavo Núñez, cada vez más terco e insolente, quiso sentarse al lado de Elena, pero no logró más que experimentar un claro y doloroso desaire. La joven se alzó instantáneamente de su asiento.
Es muy terco, hija, déjale... no quiere que le agradezcamos la licencia del oratorio y el permiso para doblar la misa para don Anselmo. Agradézcaselo usted a Su Santidad. Sí, que por mi cara bonita me entrega Su Santidad esta gracia.... El Magistral sonreía, dispuesto a escapar si querían asirle.
Entró primero el complaciente Villanueva, que evitó a S. M. tan lúgubre aparato, y pareció frustrada la aventura: pero pasado algún tiempo, terco el Rey en su empeño, no paró hasta lograrlo. Guardose mal el secreto, tomó cartas el Santo Oficio, y no atreviéndose con el Rey, procesó al protonotario prendiéndole en Agosto de 1644.
Palabra del Dia
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