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Actualizado: 18 de marzo de 2025
1 Pero acerca de los tiempos y de los momentos, no tenéis, hermanos, necesidad de que yo os escriba, 2 porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor vendrá como ladrón de noche, 3 que cuando dirán: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, como los dolores a la mujer encinta; y no escaparán.
Sus labios se apretaron convulsos contra los desnudos pies del Salvador murmurando palabras ininteligibles. Después de un largo rato alzó la cara bañada en lágrimas y exclamó con acento de dolor: ¡Jesús mío, cuánta traición, cuánta traición!... ¡Qué mal os pago el amor que me tenéis!... ¡Castígame, Señor, para que pueda tener sosiego!
63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después del tercer día resucitaré. 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el día tercero; para que no vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. 65 Y Pilato les dijo: Tenéis la guardia: id, aseguradlo como sabéis.
Que no te cases jamás con Demetria ni vuelvas siquiera á verla. Que todo eso suceda si llego á declarar tu nombre. La Pura vaciló todavía. Le parecían pequeños aquellos juramentos. Al fin encontró otro más terrible. ¡Que se os muera de la peste todo el ganado que tenéis en la cuadra! ¡Que se nos muera!
En la corte es muy fácil hacer caer sobre una persona los delitos de otra; Calderón ha sido vuestro favorito y aún lo es, al menos para todo el mundo, que ve que en vuestra casa le tenéis, que en vuestra casa le curáis.
Pero, en fin, sois malos y mal nacidos, y no podéis dejar, como malandrines que sois, de mostrar la ojeriza que tenéis con los escuderos de los andantes caballeros.
Si os debe algo, o tenéis alguna cosa que negociar con él, yo os lo traeré y pondré donde vos más quisiéredes.
Entendedme; las verdades, cuando las lleva un correo, llegan verdades sopladas, y ganan ciento por ciento. Pero volviendo á nosotros, ¡mal hayan, amén, los versos! se me escapan como el flato. ¡Juro á Dios!... ¡Guardad, Quevedo! Decís bien; no está en mi mano; es ya enfermedad de perro; comezón, archimanía. ¿Qué buscáis aquí? Pretendo... ¿Lo véis? vos tenéis la culpa. ¿Yo la culpa?
Vamos, maese Marner, ¿no tenéis qué responder, a esto? dijo al fin el señor Macey con un tono lentamente impasible. ¡Ah! respondió Marner con lentitud, sacudiendo la cabeza entre las manos , os doy las gracias, os doy las gracias con todo corazón.
Decís que os encontráis en circunstancias especiales respecto á ese joven; mostráis repugnancia en entregarle vos misma esa provisión de capitán de infantería... ¿qué media entre vos y ese caballero?... ¿creéis que yo puedo tener derecho para haceros esta pregunta? Más que derecho, tenéis un gran interés en saber á qué ateneros respecto á ese caballero.
Palabra del Dia
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