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Actualizado: 15 de junio de 2025


Pero su familia sabía aprovecharse de esta amistad, especialmente su yerno, el Azul de la Virgen, un camándulas, según decía la vieja, que hacía dinero hasta de las telarañas del templo; una hormiga insaciable que, valiéndose de la amistad del cardenal y su suegra, iba adquiriendo nuevos privilegios, sin que sacerdotes y sacristanes osasen la menor protesta contra él viéndole tan bien protegido.

Su aspecto, horriblemente acusador, no podía ser visto por Rosalía mientras a esta no se le quitaran de delante de los ojos, primero, el conflicto del día 9, cuya solución exigía sacrificios grandes, sin exceptuar el de la honra; segundo, ciertas telarañas de seda que le envolvían la cara, pues en la inquietud febril de aquella noche, todas sus ideas, sus remordimientos mismos, pasaban, como la luz por un tamiz, al través de un confuso imaginar de galas y perendengues de otoño.

A muchos imponía miedo el tal Naturalismo, creyéndolo portador de todas las fealdades sociales y humanas; en su mano veían un gran plumero con el cual se proponía limpiar el techo de ideales, que a los ojos de él eran como telarañas, y una escoba, con la cual había de barrer del suelo las virtudes, los sentimientos puros y el lenguaje decente.

Desnoyers vió flotar por encima del ramaje de su parque una bruma obscura cuyos contornos enrojecía el sol. El extremo del campanario era lo único del pueblo que se distinguía desde allí. En torno del gallo de hierro volteaban harapos sutiles, semejantes á telarañas negras elevadas por el viento. Un olor de madera vieja quemada llegó hasta el castillo.

Mientras los del centro hacíamos lo que habéis oído, allá por la izquierda, en esa tierra llana que tenemos a este lado, la caballería cargaba portentosamente al mando de Lannes y Murat. Francamente, rapaces, de esto poco os puedo hablar, porque caí herido: por un buen rato se me pusieron telarañas ante los ojos, y mis oídos no percibían sino un vago zumbido.

E inmediatamente atravesé corriendo un largo pasadizo y penetré por primera vez en una pieza de regular tamaño enteramente atestada de estantes verdes cubiertos de libros reunidos entre ellos por los tenues hilos de una multitud de telarañas.

Con la mano siniestra se limpió el polvo y las telarañas que no querían desprenderse de la felpa de su chaqueta, y dando después tres o cuatro brincos, se puso en la calle gritando con todo el vigor de su pecho infantil: «Soy Plin».

Isidro se imaginaba los trabajos que estaría realizando la abuela con sus manos trémulas para extraer del escondrijo aquel tesoro famoso que Zaratustra husmeaba, sin llegar nunca a dar con él. Por fin salió, sucia de telarañas, con el pañuelo de la cabeza cubierto de briznas de paja. Llevaba en las manos un trapo blanco repleto de objetos.

No ve tampoco las sutiles telarañas que tiemblan al sol entre el ramaje, ni las agujas de pino que caen sobre su tambor. Absorto en su sueño y en su música, mira con amor moverse ligeros los palillos, y su caraza estúpida se ensancha de placer a cada redoble. ¡Rataplán! ¡Rataplán!...

Estudiando bien la vida total, el entendimiento se limpia de las telarañas que en él han tejido los siglos. La Naturaleza es la verdadera luz de las almas, el Verbo, el legítimo Mesías, no el que ha de venir sino el que está siempre viniendo. Ella se hizo a propia, y en sus devoluciones eternas, concibiendo y naciendo sin cesar, es siempre hija y madre de misma. ¿Qué tal? Toma canela fina.

Palabra del Dia

rigoleto

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