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Actualizado: 8 de junio de 2025
Más lejos, hacia la esquina de la calle, se veían las paredes de piedra de talla y la techumbre de tejas de la nueva destilería que había construido Princetot... Allí estaba éste precisamente apoyando sus anchísimas espaldas en la misma puerta... Encendido el rostro, enorme el vientre, vestido de paño ordinario, medio cerrados los ojos que la grasa invadía, y sin moverse, examinaba con su flema de siempre al nuevo huésped que llegaba de Langres.
La visita se realizaba comúnmente en lo alto de la torre truncada, bajo un cobertizo de tejas, reclinado cada cual sobre las tablas de una zahurda, donde los esposos criaban una media docena de cerdos, negros como la pez.
Más allá veíanse los campos, que azuleaban con la llegada del crepúsculo, y a lo lejos, sobre la ancha y polvorienta faja del camino, marcábanse como un rosario de hormigas las mujeres que, con los fardos en la cabeza, marchaban hacia el inmediato pueblo, cuya torre asomaba tras una loma su montera de tejas barnizadas, brillantes con el último reflejo de sol.
Las arquerías que la dividian en tres naves nunca invadian el espacio destinado al coro, sino que la central y el presbiterio formaban con este una verdadera cruz latina. Cubríase el edificio con techumbre de madera y tejas planas, adaptando interiormente á los pares un entablado pintado, ó dejando descubierta la armadura.
Ya estamos frente á la casa del mayor cofrade; es de buen aspecto, su construcción llega hasta el despilfarro de ser la cubierta de tejas y estar rodeada de una espaciosa cerca de cañas, á cuya sombra, y atados á un arigue, gruñen uno ó dos babuis, huéspedes indispensables en toda casa india.
El presidente de Castilla recorría los lugares de la provincia, acompañado del verdugo, para despojar a los labradores de sus escasas cosechas. Los recaudadores de tributos, no encontrando qué cobrar en los pueblos, arrancaban las techumbres de las casas, vendiendo las maderas y las tejas.
Las tejas tenían un color azul encantado, y algunas ventanas, en plena claridad, suspendían en lo alto, barruntos de amor y de aventura. Loco bullicio de guitarras y laúdes subía de todos los barrios en el sosegado ambiente de la noche. Al cruzar una esquina oyeron hacia la izquierda ruido de cuchilladas y luego una voz ronca que gritó fuertemente: «¡Confesión! ¡Confesión!»
Otras veces era una iglesia la que aparecía igualmente blanca, de una alba intensidad, sólo comparable a la de la espuma, con caperuza de tejas verdes y azules, y en torno de ella gráciles palmeras y rosales gigantescos.
Cuando la corriente del río aumenta por las lluvias, se atraviesa por un pequeño puente y se sube por una pendiente rápida y escabrosa a unas casitas cubiertas de tejas que se ven agrupadas sobre una pequeña eminencia. Un campanario de piedra color gris domina este grupo de casas. Este es mi pueblo.
Segundo, inquirir de su experiencia, pues le imagino a usted por sus escritos hombre de esos que han vivido más de lo que les queda que vivir, si hay efectivamente de tejas abajo una fatalidad que persigue a los humanos, y una desgracia en el mundo que se asemeje a la desgracia mía.
Palabra del Dia
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