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Actualizado: 16 de mayo de 2025
No obstante, al servirse la primer entrada comenzaron a dialogar los vecinos de mesa, y el rumor creciente de las conversaciones envalentonó a los mozos, que pisaron ya más recio. Presidía la mesa el viejo de blanca barba, y la teatral nobleza de su figura completaba la decoración.
¿Y vosotros sabéis algo? ¿eh? ¿sabéis algo? Los empleados le miraron también con fijeza. Luego miraron a Llera y también bajaron la cabera al fin sin despegar los labios. Salabert paseó varias veces sus ojos saltones por ellos con expresión teatral de cólera, y exclamó al fin dirigiéndose a los banqueros: ¿Lo ven ustedes claro? Nadie contesta.
Allá me sacó del cofre la partida de bautismo, un papelejo que apestaba. Este documento no prueba nada. El chico será o no será... ¡quién lo sabe! Pero pues tienes este capricho de ricacha mimosa, allá con Dios... Todo esto me parece irregular. Lo primero debió ser hablar del caso a tu marido. Pero tú buscas la sorpresita y el efecto teatral. Allá lo veremos... Ya sabes, hija, el trato es trato.
Que fuese literaria no tenía ninguna, al contrario, le parecía que en ese concepto podía competir con las mejores de Ayala... pero teatral... realmente teatral... eso ya era otra cosa. ¿Qué diferencia es esa, D. Jerónimo?... No entiendo... Pues se la explicaré a V., pollo. Llamamos entre bastidores, teatrales a las obras buenas y literarias a las malas. ¡Ah!
No sé qué hechizo arcano tiene la literatura teatral, que así atrae y emborracha á los hombres; pero es lo cierto que ninguno de ellos, amén de vivir el severo drama de su propia vida, ha dejado de llevar consigo la ilusión de componer un drama, ó por lo menos una comedia de costumbres. Todos, médicos, abogados, oficiales de peluquero... conocieron la golosa tentación.
Si abrigamos alguna esperanza de que la dirección de los teatros, como ha sucedido á veces, pase poco á poco de las manos de los ignorantes á las de hombres entendidos, que se propongan formalmente su reforma, se nos presenta la cuestión de cuál será el mejor medio de formar y depurar el repertorio teatral.
Bordada sobre ella, del lado del corazón, había una gran cruz roja de la orden de Calatrava. El señor de Quiñones prescindía pocas veces de esta talma, que le daba aspecto un poco fantástico y teatral. Siempre había sido extravagante en el vestir. Su orgullo le impulsaba a buscar el modo de distinguirse del vulgo.
Hizo, con Gautier, la crítica teatral en La Presse, y publicó interesantes trabajos; pero era un hombre tímido y solitario que desdeñaba la popularidad y los firmaba con seudónimos distintos.
En mover el acto primero tardó el poeta un mes: cuando se presentó de nuevo, el director, mostrándose muy admirado siempre de la versificación y de algunos pensamientos, manifestó algunas dudas respecto a que la obra fuese teatral.
A alguien iban a tocar. Y como los adversarios permanecieran callados y era visible la impaciencia de los demás, Maltrana dio por fracasada su elocuencia. «Sea lo que el destino quiera...» Se quitó el sombrero con solemnidad teatral; inclinó la cabeza como si por delante de él pasase la fatalidad. Saludo a dos caballeros que van a morir.
Palabra del Dia
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