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Actualizado: 2 de junio de 2025


Aquellas facciones infantiles bajo su corona blanca expresaron tal desolación y tal angustia, que Liette olvidó su propio sufrimiento, y cuando la moribunda, con las manos juntas como un niño que pide perdón, balbució tímidamente: ¡Oh! dime, ¿es el consentimiento de la condesa? Liette respondió: . Una hora después la de Raynel moría con la sonrisa en los labios, murmurando: ¡Condesa de Candore!

Como Vérod no contestara y siguiera mirándole tímidamente, el juez continuó: Ese último coloquio, cuya importancia no quiere usted reconocer, es suficiente para explicar la catástrofe. Yo presentía que entre ustedes debía haber ocurrido algo que a los ojos de ella fuera un obstáculo que se cruzaba en su camino.

¿Para quién? preguntó el doctor mientras Amaury se afirmaba en su resolución, dirigiendo una larga mirada hacia el cementerio. Para el vizconde Raúl de Mengis dijo Amaury. Está bien dijo el doctor. La proposición es grave y merece tomarse en consideración. Volviéndose en seguida exclamó: ¡Antoñita! Esta abrió tímidamente la puerta.

Después me dijeron que iban á llevarme á Oviedo y vestirme de señora... ¿Y no te alegras de eso? preguntó Nolo sin levantar los ojos. No respondió secamente la zagala. Hubo una pausa. Nolo volvió á preguntar tímidamente: ¿Será por el tío Goro y la tía Felicia? Te han criado como padres y los quieres como si lo fuesen... , por ellos es... y por ti también añadió rápidamente y en voz más baja.

También Jacinto, querido doctor dijo tímidamente, Jacintito, mi hijo... ¿sabe? se ha dejado apretar en la máquina de la Bolsa; una desgracia, pero, ¿qué hacerle? Los hijos cuestan caro, doctor, y un padre, mientras vive, no puede dejar el biberón de la mano, así sean ellos hombres y gasten barba. ¡Hola! también Jacinto repitió el doctor, distraído.

Lo único que había osado Bonis antes de irse a baños, había sido olfatear un poco en los negocios de la familia. Tímidamente se atrevió a proponer a Körner y al tío que le llevaran consigo a ver la fábrica, que estaba a una legua de la ciudad, una legua de carretera llena de baches. Nadie sospechó que el viaje fuera malicioso, un espionaje.

Avanzaba tímidamente, al amparo de la ancha faja de obscuridad que proyectaban los naranjos, casi arrastrándose, como un ladrón que teme caer en una emboscada. Salió a la avenida cerca de la plazoleta, y cuando entró en ella experimentó una impresión de sorpresa al ver la puerta entreabierta, al mismo tiempo que cerca de él sonaba un grito.

Un día, muy tímidamente, porque adoraba a su mujer, se atrevió a quejarse a Miguel. Quedó éste pensativo unos momentos y le dijo: No te pese de la manera de ser de tu esposa. Carlota es un espíritu sensato, lúcido, equilibrado. No tiene la imaginación propensa a los sueños, ni facultades para introducirse en el mundo del arte y la poesía. ¡Qué importa! La poesía es ella misma.

En el confesonario se le ofrecían casos de conciencia complicados, que no entraban en las fórmulas de los libros que había estudiado. Viéndose apurado para resolverlos, acudía a D. Miguel en demanda de luces; le exponía tímidamente el caso pidiéndole consejo.

Algunos de éstos que habían concluido por trabar amistad con ellos, se trasladaban en ocasiones a la mesa de los filósofos y tomaban parte en las disputas. Mientras la discusión religiosa se desenvolvía, profunda y acalorada, Godofredo Llot aparecía agitado, convulso. Varias veces había querido intervenir, pero como lo hacía tímidamente no se le escuchaba.

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