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Actualizado: 26 de junio de 2025
Tuve paciencia, encogí los hombros, sufrí la tanda y mosqueo, y salí a cumplir mi destierro, con tanta priesa, que no tuve lugar de buscar cabalgaduras.
Durante el nuevo silencio Robledo se habló mentalmente. «¡Y pensar que por este andrajo se mataron los hombres, lloraron tantas mujeres y sufrí yo angustias inmensas!...» Como si Elena adivinase sus pensamientos, dijo con humildad: Usted no sabe qué terribles han sido mis últimos años... Vino la guerra y se empeñaron en perseguirme, no permitiendo que viviese en París.
Cualquier daño que pudiera hacérseme no sería mayor que el que sufrí el día en que prendieron á mi pobre señorito. Un muchacho que se encaramaba en mis rodillas cuando era pequeño y al que iba á buscar al colegio todos los domingos cuando estaba estudiando. ¡Ah! señor, cuántas infamias hay en el mundo... No son las personas honradas las mejor tratadas.
» Búscame dije a mi madre, una buena camarada, ni muy mundana ni muy seria; una joven de buena familia, sin demasiadas habilidades... Una hija de la Naturaleza... »Esta perla estaba esta vez en un castillo de la Edad Media, muy pintoresco, a fe mía... Fui a él en la estación de la caza, y sufrí desengaño tras desengaño...
Los concurrentes al baile, percatados de la verdadera causa de aquellas amarguísimas lágrimas, hicieron responsable del desaire a la dama que ofrecía la fiesta, la cual, a partir de aquel momento, resultó triste, medio aguada y deslucida. Nunca olvidaré el mal rato que sufrí ante la situación desairada e inmerecida de mi amiga.
La vehemencia con que hablaba de su agradecimiento no conmovía a doña Sol. ¿Y aquél era el famoso Plumitas?... Un pobre hombre, un buen conejo del campo, que todos miraban como lobo, engañados por la fama. Hay ricos muy malos prosiguió el bandido . ¡Lo que argunos jasen sufrí a los probes!... Serca de mi pueblo hay uno que da dinero a rédito y es más perverso que Judas.
Pero lo cierto fue continuó al poco rato que caíste en la redada que dio el gobierno al ocurrir aquellos sucesos. ¡Lo que yo sufrí una temporada! De vez en cuando fusilamientos en el foso del castillo que hay allá, y yo buscaba ansioso en los papeles los nombres de los sentenciados, siempre esperando encontrar el tuyo.
Este imperio absoluto sobre la familia, había frecuentemente contrariado mis intenciones, ocasionándome bastantes disgustos; recuerdo los que sufrí cuando el casamiento de mis hijas y al determinar la carrera que habíamos de dar a Alfonso. ¿Quién sabe, si al contrariar mi voluntad tenía razón?
Pero ¿cómo ha logrado usted...? dijo el marquesito. De un modo muy sencillo. Empecé aproximándome con cautela, cada día un poco más. ¿Sin careta? Sin careta ni guantes. Me fui acercando poco a poco. Dos o tres veces me picó alguna, pero lo sufrí con resignación. No les hacía ningún daño y al cabo logré convencerlas de que nada debían temer de mí.
Y volví en silencio al aposento en que estaba mi lecho junto al de mis hermanos, y me recogí silenciosamente. Todos dormían. Ninguno me había sentido entrar, como ninguno había sentido salir á Margarita. Sufrí... ¡oh!
Palabra del Dia
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