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Actualizado: 1 de junio de 2025


Con la presencia en Melinda de nuestras dos damas, la corte estaba brillantísima: las fiestas y diversiones se sucedían sin tregua: cacerías, banquetes, cabalgatas, simulacros de batallas, o algo a modo de bárbaros torneos, todo se sucedía con grande lujo y no menores gastos. El pueblo, negro y tacaño, se hartó de tanta magnificencia y halló que le costaba muy cara.

Pero, como los minutos eran contados, nombré al azar a un viejo mayordomo que me había demostrado siempre más afecto que nadie. El tiempo transcurría. Lo mismo que antes, los días sucedían a los días, y sin embargo, ¡cuán nuevo y particular se había vuelto el mundo para !

Las novedades de exquisito gusto, traídas de París por Pepe Samaniego, atraían mucha gente, y las señoras se enracimaban y caían como las moscas en la miel. Los dependientes no tenían manos para enseñar, y Aurora estaba rendida de trabajo, porque los encargos de trousseaux y ajuares se sucedían sin interrupción.

En tanto sucedian estos acontecimientos en los límites del vireinato de Buenos Aires, en el de Lima ocurrian otros de no menor consideracion, y se disponian para contener los enemigos estragos y desolacion que ocasionaba el principal rebelde, José Gabriel Tupac-Amaru, á la cabeza de sus secuaces que ya formaban un formidable ejército, como los que encontraron Pizarro, Cortéz y demas primeros conquistadores, sino armados con muchas armas de fuego, lanzas y algunos cañones de pequeño calibre, que habia mandado fundir el tirano, asistido con exactitud de todo lo necesario, y pagado con puntualidad.

Desolada melancolía bañó de pronto la imponente rudeza de la muralla. Ramiro imaginó que las torres se sucedían a espacios iguales, como los paternoster del rosario; que las almenas figuraban las avemarías, y la Catedral, con su saliente cimborio, el hueco crucifijo lleno de reliquias de santos y caballeros.

Y mientras el viento cesaba por completo y en el aire aún abrasado Yaguaí arrastraba por la meseta su diminuta mancha blanca, las palmeras, recortándose inmóviles sobre el río cuajado en rubí, infundían en el paisaje una sensación de lujoso y sombrío oasis. Los días se sucedían iguales.

Un rayo de sol entraba en la habitación trazando un redondel de oro a los pies de la cama. Y de este modo se sucedían con una rapidez fantástica el día y la noche, como si se hubiese trastornado para siempre el curso del tiempo. Cuando no era así, la general revolución, en vez de marchar aceleradamente, se inmovilizaba en una monotonía desesperante.

Las suaves tintas del crepúsculo sombreaban en ese mismo instante el océano de follaje medio dorado por el otoño; los sombríos pantanos, los verdes prados y los horizontes de entrecruzadas pendientes que se mezclaban y sucedían bajo nuestros ojos hasta la más lejana extremidad.

Y los valles se sucedían unos a otros; el trineo subía, bajaba, volvía a la derecha, después a la izquierda, y los guerrilleros, con la bayoneta calada, seguían la marcha sin detenerse. De este modo caminaron todos hasta las tres de la madrugada, en que llegaron a la pradera de Brimbelles, sitio en el cual se ve hoy todavía una hermosa encina que avanza sobre el camino, al dar la vuelta al valle.

Y sin embargo, la Europa de las viejas monarquías no supo cómo librarse durante veinte años de estos guerreros improvisados. Donde aparecen los cuatro jinetes Los dos amigos vivieron en los días siguientes una vida febril, considerablemente agrandada por la rapidez con que se sucedían los acontecimientos.

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