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Y ensalzó la inaudita hazaña de este jefe de familia. Era el comandante del submarino que había torpedeado á uno de los más grandes trasatlánticos ingleses. De mil doscientos pasajeros que venían de Nueva York, estaban ahogados más de ochocientos... Mujeres y niños habían entrado en la destrucción general.

Unos decían que había encontrado la flecha de Abaris y se había ido por el aire, montado en ella; otros, que se había elevado al empíreo en el trono flotante de Salomón o en un carro de fuego; otros, que el dragón Musaros, que en la antigüedad más remota civilizó a los asirios, y que tenía cuerpo de pez, cabeza de hombre y piernas de mujer, se le había llevado consigo a su palacio submarino, en el fondo del golfo pérsico.

Había ayudado á la implantación del ataque submarino en el Mediterráneo... Pero cuando el capitán español contó cómo había sido él una de las primeras víctimas, cómo había muerto su hijo en el torpedeamiento del Californian, el juez pareció conmoverse, mirándolo con ojos menos severos. Luego relató su encuentro con el espía en el puerto de Marsella.

Ya no era un palo, era una torre, y á continuación de esta torre iba surgiendo del mar un basamento de acero que chorreaba cascadas de espuma, un lomo gris de cetáceo, que poco á poco tomaba la forma de un vaso navegante largo y afilado. Una bandera flotó de pronto sobre el submarino. Ulises la conocía. ¡Nos van á atacar á cañonazos! gritó á Tòni . Es inútil que naveguemos en zigzags.

Si el submarino pasaba ante él, lo atacaría con la proa; si intentaba perseguirle, podría responderle con el cañón. Su humor aventurero le hizo ansiar uno de estos encuentros. Faltaba en su vida un combate marítimo. Quiso ver cómo se portaban estos hombres silenciosos y modestos que habían hecho la guerra en tierra y contemplado la muerte de cerca. No tardó en realizarse su deseo.

Febrer se sintió empequeñecido por la soledad. Perdida la fe en su importancia humana, considerábase igual a uno de estos monstruos pequeños que se agitaban en las vegetaciones del abismo submarino. Menos aún tal vez.

No fué en este viaje ni en el anterior continuó el hombre de mar . Me encontré con él dos días antes de la última Navidad. Yo, en invierno, me dedico á la pesca: soy propietario de una pareja de barcas del bòu... Estábamos cerca de las islas Columbretas, cuando de pronto vimos aparecer un submarino cerca de nosotros.

Del vapor no había quedado un solo bote flotando sobre las aguas... Su única esperanza, remota y quimérica, era que un buque descubriese á los náufragos, salvándolos. Esta ilusión casi se realizó al poco rato. Desde la cresta de una ola pudo ver un barco negro, largo y bajo de borda, sin chimenea ni mástiles, que navegaba lentamente por entre los restos de la catástrofe. Reconoció á un submarino.

te refieres á los submarinos, Tòni, á los pequeños submarinos que existían al empezar la guerra: cigarros de acero frágiles, que navegan mal á ras del agua y pueden abrirse al menor choque... Pero ahora hay algo más: hay el sumergible, que es como un submarino resguardado por un casco de barco, el cual puede marchar oculto entre dos aguas y al mismo tiempo puede navegar sobre la superficie mejor que un torpedero... no sabes de lo que son capaces los alemanes.

Un rosario de bombillas eléctricas alumbraba día y noche la continua rotación en el silencio y la soledad de esta alma metálica, señora absoluta del túnel submarino. El lado interior de la galería era vertical; el exterior abríase en ángulo hacia arriba, marcando el arranque del vientre de la nave.