United States or Malawi ? Vote for the TOP Country of the Week !


Contra lo que Salvador esperaba y temía, Navarro se dejó llevar, y después de instalado en vivienda tan distinta del lóbrego y tristísimo hospital en que antes moraba, su exaltación se trocó en abatimiento y su aspereza en indiferencia, no exenta en algunos instantes de suavidad y aun de discretas y sosegadas razones.

Sosegadas, pues, estas dos pendencias, que eran las más principales y de más tomo, restaba que los criados de don Luis se contentasen de volver los tres, y que el uno quedase para acompañarle donde don Fernando le quería llevar; y, como ya la buena suerte y mejor fortuna había comenzado a romper lanzas y a facilitar dificultades en favor de los amantes de la venta y de los valientes della, quiso llevarlo al cabo y dar a todo felice suceso, porque los criados se contentaron de cuanto don Luis quería; de que recibió tanto contento doña Clara, que ninguno en aquella sazón la mirara al rostro que no conociera el regocijo de su alma.

Sosegadas ya las olas, el orador continúa. Hace una excursión por el campo de la historia para demostrar que los sarrienses, desde la época de la dominación romana, cuando la España estaba dividida en Citerior y Ulterior y después en Tarraconense, Bética y Lusitania, hasta nuestros días, habían demostrado en todas ocasiones un ingenio poderoso muy superior al de los habitantes de Nieva.

Ya un tanto sosegadas, D.ª Feliciana propuso que se pasara á la trastienda, y allá se fueron las hembras acompañadas de Paco Ruiz, el promotor y Octavio. Los caballeros quedáronse en sus puestos. Y es fama que en toda la noche el infeliz D. Ignacio no pudo aprender nada, gracias á la prodigiosa facundia de D. Lino.

La gente pacífica y grave, las personas sosegadas y de buenas costumbres, huían de estos regocijos, y así, después de la comida y después de la indispensable siesta, cuando ya el sol comenzaba á ocultarse, salían de sus casas, limitando su distracción á pasearse por el Arenal, la Alameda ó la Barqueta, donde no podía faltarles su ratito de descanso en algún puesto de agua de los más acreditados, y en el cual, por lo general, se formaba á la misma hora su poquito de tertulia.

Aquel puñado de personas sosegadas, en medio de la lucha feroz con que se agitaba la villa, semejaría el coro de las tragedias griegas, si no fuese porque éste sentíase conmovido por las desgracias o prosperidades de los héroes, se alegraba y se entristecía.

Aquellos días fueron una segunda vida para la desdichada mártir, porque se regeneró materialmente, adquiriendo lozanía, frescura y vigor: sus ojos, acostumbrados á la obscuridad de cuatro paredes, recorrían ya un largo horizonte: sus pasos la llevaban á grandes distancias: su voz era escuchada por amigas joviales y francas, por jóvenes sencillos, por viejos cariñosos; su alegría era comprendida y compartida por otros; sus inocentes deseos satisfechos; conocía la amistad, la vida familiar, la confianza; gozaba de un cielo hermoso, de un aire puro, de un bienestar sobrio y tranquilo, de felices y no monótonos días, de sosegadas y apacibles noches.

En las postreras horas del crepúsculo, cuando respira todo paz y calma, y la tristeza reina en el ambiente oloroso a sampagas...; ese momento hermoso del sol que se desmaya, ocultando sus últimos fulgores en las cumbres lejanas, para dar paso a la plateada luna que en luces se desata; cuando pára el acento de las corrientes mansas, y de las ramas dormidas descansan sosegadas las mayas que anhelantes sólo sueñan en la pronta alborada para lanzar de nuevo por los aires la voz de su garganta; cuando parece que la gente toda el calor del hogar busca en sus casas, gusta en estas horas de quietud solemne mi fantasía alada de remontarse hasta el azul del cielo a regiones soñadas donde no existen viles opresores, ni pasiones funestas y malvadas.

Comenzaron a moverse y a hacer modo de escaramuza por las sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo modo infinitos caballeros que de la ciudad sobre hermosos caballos y con vistosas libreas salían.

Sosegadas al cabo aquellas avenidas, quedaron silenciosos y embarazados, no sabiendo qué decirse. Andrés fue el primero que habló. Si hay hoguera en Marín, no puedes bajar en esa traza, Rosa... Ella no contestó. Ambos meditaron.