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Mañana mismo te llevo a confesar con don Aquilino. Bueno, dale memorias a don Aquilino. ¡Espera, espera, grandísima picara! gritó la señora haciendo ademán de levantarse para castigar a su hija. Pero en aquel instante aparecía en la puerta la figura de don Rosendo con bata multicolor y gorro de terciopelo con borla de seda. ¿Qué pasa? preguntó sorprendido viendo la actitud airada de su esposa.

Aquel hombre parecía mejor que sus obras, pero su arte era demasiado amargo y desesperado. Del más noble y eficaz instrumento, de la palabra, se servía para una obra disolvente. ¿Cómo creer en su bondad? No digo contestó el juez, sorprendido, mal de su grado, por el clarovidente temor del joven, no digo que, deliberadamente, con estudio, se hubiera usted dedicado a seducirla.

Y les aseguro, caballeros, que nadie se quedó más sorprendido que yo, cuando al día siguiente recibí una carta del Banco confirmando la de él. Después depositó en el mismo Banco todos los años, el primero de enero, una suma igual, como un pequeño regalo, según él decía. ¿Entonces, usted no lo volvió a ver más después de esa noche en que consiguió al fin encontrarlo?

Vamos, que ni los emparedados, ni los flanes, ni los almíbares se habrían podido hacer en la cocina de Visita, y sin decir ¡agua va! habían trasladado su campamento a casa de Vegallana. La idea les había parecido muy graciosa a Obdulia y a Visita. Habían sorprendido a la Marquesa que dormía la siesta en su gabinete. Salvo el haberla despertado, todo le había parecido bien.

Allí la joven se le colgó del brazo y dieron algunas vueltas por la misma calle en que había visto pasear al conde con Amalia. Usted está muy enamorado de , ¿verdad? le preguntó bruscamente. El indiano, sorprendido, murmuró: ¡Oh, ! Dicen que estoy como un burro, y es verdad. ¿Y qué siente usted, vamos a ver; qué siente usted? Explíquese. ¿Yo?... ¿Cómo? exclamó sorprendido.

La charla gozosa del viejo le parecía insufrible en aquel momento. Pero por más que hacía no lograba despegarse. Al fin tuvo que decir con acento malhumorado: Vaya, déjeme usted, señor Rafael, que tengo prisa. El viejo le miró á la cara sorprendido y, observando su palidez, soltó la carcajada.

Sin vuestro auxilio y el de vuestros amigos habría yo perdido la cabeza y sabe Dios qué suerte hubiera cabido á mi pobre Tita.... No creo que aquellos energúmenos se hubieran propasado á tal extremo, dijo el joven algo sorprendido. ¡Ah, diavolo! exclamó el otro soltando la carcajada, no hablo de mi cabeza sino de la que llevo aquí bajo el brazo.

¿Por qué? dijo asustado el joven. Porque he visto, he visto, ¿entiendes? a la señora Casilda entrar... repito que lo he visto... en casa de Esteven. ¡Tiíta Silda en casa de Esteven! exclamó Quilito, tan sorprendido que dió un salto y casi fué a dar de bruces en la hoguera.

Al chocar esas olas contra una costa o una escollera parece que la tierra o los escollos se incendian y de ellos se levanta una especie de niebla llameante que produce un efecto verdaderamente maravilloso. Tal era el fenómeno que tanto había sorprendido a los náufragos del junco.

Me estáis tratando mal dijo, me estáis haciendo daño... daño en el alma. ¿Trataríais de este modo á la mujer á quien quisiérais para vuestra esposa? ¡Ah! exclamó Juan Montiño sorprendido.