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Actualizado: 25 de junio de 2025
Absorto quedó el joven escudero por un momento, pero muy pronto se inclinó y tocó ligeramente el hombro de Simón. ¿Quién va? exclamó el arquero levantándose de un salto. ¡Hola, mon petit! Creí que nos sorprendía el enemigo. ¿Qué me quieres? Llevóle Roger á la ventana y díjole lo que acababa de ver.
Lo colocaban demasiado alto, de donde, su estimación se hacía cruel. El corazón sensible, el sufrimiento del hijo adoptivo, escapaba a su penetración, y Juan se sorprendía de sentirse, de pronto, tan lejos de ellos.
Todo lo encontraba natural, nada le sorprendía; la vuelta de Sagrario al hogar no le había causado la menor extrañeza. Esteban huía una vez terminada la comida, para no volver a casa hasta la noche. Después de la cena se encerraba en su cuarto, dejando a su hermano y a su hija en la sala de entrada.
Después de hacer estas observaciones, fue a la cocina, donde estaba la criada preparando los trastos para el día siguiente. Era tan hacendosa y tan corrida en el oficio, que la misma doña Lupe se sorprendía de verla trabajar, porque despachaba las cosas en un decir Jesús, sin atropellarse. Pero a Fortunata le era antipática por aquella amabilidad empalagosa tras de la cual vislumbraba la traición.
El morir no la asustaba, lo que quería era morir sin desvanecerse en aquellas locuras de la debilidad de su cerebro.... Cuando Benítez la sorprendía en estas horas de calma triste y muda, le preguntaba Ana con una sonrisa de moribunda: ¿Está usted contento? Y con otra sonrisa fría, triste, contestaba el médico: Bien, Ana, bien.... Me agrada que sea usted obediente....
Todo aquello le repugnaba. «¡Aquel marido a quien ella había sacrificado lo mejor de la vida, no sólo era un maníaco, un hombre frío para ella, insustancial, sino que perseguía a las criadas de noche por los pasillos, las sorprendía en su cuarto, les veía las ligas!... ¡Qué asco! No eran celos, ¿cómo habían de ser celos?
Eppie sólo se sorprendía de que el señor Cass hablara así de cosas que no tenían nada de común con la realidad. En cuanto a Silas, se sentía incomodado y ofendido. No veo, señor, adónde queréis ir a parar respondió, no ocurriéndosele las palabras adecuadas para expresar los sentimientos complejos que experimentara mientras oía hablar al señor Cass.
Habríais sentido lástima al verle tan consumido. Sólo le quedaban los huesos y la piel, después de tantos esfuerzos. Parecía tener dos siglos más que su edad. En cambio, Eva podía pasar por su biznieta. Esto último no sorprendía al tío Correa.
Algunas tardes, en el desorden del lecho, el tañido de «la campana de don Miguel» sorprendía a Ojeda hablando seriamente de un gran negocio, de una combinación con amigos del club, indiferente y frío ante la carne adorada que no podía contemplar en otros tiempos sin cubrirla de fogosas caricias.
Sorprendía un poco á los que con él se hallaban; pero D. César nunca dió explicación de este proceder, quizá por temor de que lo echasen á broma, quizá también por el desprecio real que sentía hacia los bárbaros. Salieron por fin de casa y entraron en la huerta.
Palabra del Dia
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