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Actualizado: 11 de junio de 2025


¿Qué me importa tu prima? exclamé con enfado . no sospechabas que viniera a sorprenderte. ¿Pero estás loco?, doña María no me quita los ojos. Vaya al diantre doña María. Respóndeme, Inés, a lo que te pregunto, o gritaré y escandalizaré para que nos oigan hasta los sordos. Pero si no me has preguntado nada. te he preguntado. Pero haces que no oyes, y no quieres responderme.

Le sujetaron como a un loco, sordos a sus súplicas, indiferentes a sus maldiciones. La barca, abandonada de todo auxilio, corría a la muerte dando tumbos sobre las olas.

Los esplendores de mariposa con que los viste la Naturaleza no podían apreciarlos. Como el enfermo daltoniano, todos ellos ignoraban los colores y sólo conocían las diferencias de claridad. Un absoluto silencio acompañaba á su visión incompleta. Todos los animales acuáticos eran sordos, ó más bien, carecían completamente de órganos auditivos, por serles innecesarios.

Al principio sólo arrastra pequeños granos de arena; luego, más fuerte ya, mueve los pequeños guijarros; y ahora arrastra en su marcha piedras enormes que chocan unas con otras produciendo sordos ruidos; mina en su base las paredes de la roca que le aprisionan, y hace caer masas de tierra y piedra, rompiendo las raíces de los árboles que le prestan su sombra.

Fuera no se oía mas que el silbido de las balas, y golpes sordos en la pared; la cal se desconchaba, las tejas caían a tierra, y frente por frente, en dirección de las barricadas, a trescientos pasos, se veían los uniformes blancos, alineados, que se iluminaban con los fogonazos de sus propios disparos, en la noche obscura, y a la izquierda, al otro lado del barranco de las Minas, se divisaba a los hombres de la sierra que cogían de flanco al enemigo.

Pero sus notas van debilitándose también; el bombo, que hasta entonces había hecho discretamente su parte, suena más fuerte, en cambio, porque sus sordos golpes llegan más lejos que los otros sones. Caminan juntos en silencio; ni uno ni otro se atreve a hablar. El brazo de Gertrudis tiembla bajo el de Juan; éste contempla las brumas de reflejos verdosos que se alzan de las praderas.

Habría esperado á Valeria, que regresaba de su almuerzo. Debían estar los dos desde mucho tiempo antes en la penumbra de este rincón, insensibles á lo que les rodeaba, sordos á los comentarios de la gente. El, vuelto de espaldas al príncipe, no pudo verle.

Explica al pueblo la terribilidad de los suplicios eternos, porque no pocos perseveran todavía, obstinados en sus vicios, y se hacen sordos á los avisos de los Padres y al llamamiento de Dios.

¡Cállese usted! dijo Pablo Aquiles, ahogado y descompuesto. Que no y que no; he de gritar y me han de oír los sordos, me quiere usted echar a la calle, ¿eh? pues lo veremos. Se sentó en el umbral de la puerta que caía al patio, como quien ocupa cómoda tribuna para hacerse oír de los vecinos; a sus voces se unió el llanto del niño, y ante tamaña algarada acudieron Gregoria y Casilda, sorprendidas.

Parece guardar un terrible secreto: brotan de sus ramas rumores sordos y después se extinguen para renacer de nuevo, como el murmullo lejano de las olas. Arriba es, en las copas, donde el ruido se propaga; abajo todo está inmóvil, impasible y siniestro. Las ramas, cargadas de negro follaje, se inclinan hasta el suelo, y estremece el pasar bajo aquellas bóvedas sombrías.

Palabra del Dia

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