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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


Suple hoy á tantas virtudes medio borradas en las conciencias, á tantas creencias casi muertas, juega en el estado de nuestra sociedad un papel tan tutelar, que jamás pasará por mi imaginación la idea de debilitar sus derechos, de discutir sus decretos ni de subordinar sus obligaciones.

Quiero que la mujer sea el guardian doméstico, pero sin dejar de ser entidad religiosa, moral, política, industrial, si conviene, porque la casa está dentro de la sociedad, y quiero que la mujer no se tenga en menos que la casa. Quiero que sea madre; venero este carácter santo, este santo sacrificio de amor; pero quiero que no deje de ser mujer.

Lo más exquisito de la sociedad peñasquense se refugió en el pórtico de la iglesia, estableciendo la consabida división de castas. Organizose un paseo inmediatamente donde los forasteros de Lancia pudieran apreciar de un solo golpe de vista todo lo grande y majestuoso que encerraba Peñascosa en su seno.

Así como la marea al retirarse va dejando en la playa orlas paralelas de algas, así se advertían en los respaldos de los bancos de gutapercha roja series de capas de mugre, depositadas por la cabeza y espaldas de los jugadores, señales que iban en aumento desde el primer banco hasta el último, conforme se ascendía del inofensivo piquet al vertiginoso écarté, porque la hilera empezaba en el juego de sociedad, acabando en el de azar.

Tengo un taller, montado con los últimos adelantos de la ciencia y de la industria; tres máquinas, una Wilson y otra Wheeler, para coser la caña, y una Johnson para hacer ojales, que puede que no haya media docena como ellas en toda la península. Mi clientela, la espuma de la sociedad; y todos satisfacen sus facturas a tocateja. ¿Qué más puedo pedir? ¡Ay mi amada! ¡Oh dolor!

En fin, después no encuentra más que almas sordas y refractarias; la amistad le olvida, el amor le hace traición, la sociedad le rechaza; se da cuenta de que todos los lazos están a punto de romperse: se rompen en efecto; ¡y, dichoso él si también cede a esta hecatombe! Desde entonces no veo más que egoístas que han conseguido insensibilizar su corazón y entusiastas que lo agotan en quimeras.

Las señoritas criadas entre la buena sociedad no hacen eso... no hacen eso.... D. Manuel tenía la costumbre de repetir la última frase de sus párrafos o discursos.

Los primeros que lo intentaron fueron obligados a volver a la Escritura, como Galileo, o excluidos de la sociedad cristiana, terrible cosa en un principio, porque importaba la pérdida de todos los beneficios sociales, y que se ha vuelto innocua desde que ha llegado a ser más apetecible la sociedad de los excomulgados que la de los comulgados.

El príncipe piensa con amargura en una decepción posible. ¡Ver resurgir incólume la bestialidad primitiva después de un cataclismo aceptado como una renovación!... ¡Contemplar la quiebra de tantos espíritus generosos, de tantas inteligencias nobles que aspiran al triunfo del bien, que desean á los hombres en paz y á los pueblos en dulce sociedad, trabajando contra la guerra, como las corporaciones higiénicas trabajan para evitar las enfermedades!...

Gozaba igualmente el honor de ser recibido en el palacio episcopal y de que el Nuncio de Su Santidad le llamase por su nombre cuando le besaba el anillo en el paseo. Y sobre estas bellas cualidades que le hacían estimable y simpático en sociedad, particularmente a las señoras, poseía Godofredo algunas otras dignas de aprecio.

Palabra del Dia

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