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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El río corre, y sus aguas presentando variados reflejos, ya rojos, ya oscuros, siniestros casi siempre, completan la sorprendente belleza de la espléndida puesta de sol. »Yo me extasío ante ese cuadro que la catedral domina con sus dos ciclópeas torres.

Se oyen los sones de una música lejana. Una noche estrellada de primavera. Un viejo jardín salvaje, limitado por un ancho foso. Una escalinata ennegrecida y casi en ruinas. Sobre las copas de los árboles se alza la masa sombría del castillo. Todas las ventanas están iluminadas. Sobre el muro almenado acaban de encender barriles de alquitrán, que lanzan fulgores siniestros.

Cerró los ojos y durante un momento no vio más que tinieblas surcadas por siniestros relámpagos. De pronto, pasos que sonaban en las calles del jardín la sacaron de su aturdimiento; miró al exterior y reconoció con terror indescriptible al marqués que, atravesando aquél, se dirigió al taller de Fabrice.

Llegó a pensar en estas perplejidades si Moreno estaría afiliado a la secta de los anarquistas, y fuese la hora destinada para reunirse y concertar sus planes siniestros de destrucción. Y andaba receloso y observándole; porque Sánchez era un revolucionario del pensamiento nada más y no le hacía gracia alguna hallarse complicado en el asunto de los explosivos.

Al fin caemos en la cantidad... Jacinta veía el cielo abierto... pero este cielo se nubló cuando el bárbaro desde un rincón, donde su voz hacía ecos siniestros, soltó estas fatídicas palabras: «Ea... pues... mil duros, y trato hecho». ¡Mil duros! dijo Guillermina . ¡La Virgen nos acompañe!, ya los quisiéramos para nosotros. Siempre será un poquito menos. No bajo ni un chavo. ¿A que ?

En la voz de Simoun se notaba cierto timbre estraño y siniestros rayos parecían pasar al través de sus anteojos azules. Como para hacer cesar la impresion que aquellas piedras hacían sobre tan sencillas gentes, Simoun levantó la bandeja y descubrió el fondo donde encerraba los sancta sanctorum.

Al pasar por delante de los dos hombres para ir a saludar a Pepa, las miradas de los esposos se cruzaron rápidamente como relámpagos tristes y siniestros. El rostro de Osorio, ordinariamente sombrío, bilioso, estaba ahora imponente de ferocidad. No fué más que un instante.

Los trompones, los bombardinos, los cornetines de pistón cuya voz armoniosa tantas mazurkas habían cantado en el seno de la paz, trasformados repentinamente en instrumentos de guerra, brillaron siniestros a la luz de las antorchas. El tricornio del teniente cayó vergonzosamente al suelo a impulso de uno de ellos. Lo recoge.

Y llegó el día en que llevó como esposa bajo su techo a la amada de su juventud, que hacía poco se había quedado huérfana y sin hogar. Era un sombrío y triste día de noviembre; las nubes grises corrían en el cielo como siniestros pájaros.

No me sorprendería que viniese á dar á usted un beso antes de robarle su amante... ¡Pobre de ella! exclamé. ¡Bah! ¿Qué iba usted á hacer? No creo que pensase sacarle los ojos ó abrirle la cabeza. Eso sería muy vulgar. No respondí. Por mi cabeza enloquecida y en la que las ideas parecían chocar unas con otras con un ruido de olas, pasaron fulgores siniestros.

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