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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Allí se pararon aguardando ansiosos el día y acurrucados bajo algunas tiendas de campaña que un viento frío e impetuoso amenazaba derribar y que los amedrentaba con siniestros silbidos. Larga como un siglo se les antojó aquella noche, pero el alba perezosa vino al cabo a disipar las sombras, a dorar las nubes, a teñir el cielo de azul y de púrpura y a impregnar el aire en claridad luminosa.
Relámpagos siniestros brotaban de ellos de vez en cuando, y después de cada uno su cuerpo se estremecía como si acabase de cometer un asesinato. Y es la verdad que allá en los profundos abismos del alma los estaba cometiendo, y á cual más horrible: porque tantas veces como la imagen de Pedro se ofrecía á su imaginación, otras tantas le cosía á puñaladas con singular deleite.
No, mujer.... Por ese maldito de cuñado de la Reina.... Y por el Napoleón de allá de Francia, boba, que no nos puede ver. ¡Chsss! «... de la revolución, están acechando el instante en que poder descargar sobre la situación un golpe decisivo y liberticida. No desmayemos, sin embargo. La revolución pasará triunfante por cima de tanto reaccionario como aparenta servirla con fines siniestros.
Un soldado se ofrece de los nuestros A combatir cerrado en estacada, Con qualquiera esforzado de los vuestros Por acabar contienda tan pesada, Y si los hados fueren tan siniestros, Que el uno quede sin la vida amada, Si fuere el nuestro, darse ha la tierra, Si el tuyo fuere, acabese la guerra: Y por seguridad deste concierto, Daremos á tu gusto los rehenes.
Por cierto que estas intenciones, o «planes siniestros», como decía el novio de Sagrario, la hacían suma gracia también. Casi tanto como a Leticia, que no perdía ocasión de apuntarla, con la mirada o con un gesto expresivo, cada memorial que el banquero la enviaba con los ojos en sus grandes apuros oratorios. De este celo por los intereses de don Mauricio, murmurábase bastante.
Las damas le contemplaban extasiadas. El párroco y D. Narciso, asistentes de la misa, se habían retirado para despojarse de sus ornamentos. No tardó el primero en volver provisto de sotana y bonete, debajo del cual se agitaban algunos pensamientos siniestros. La conducta de Lorito en lo concerniente a las babas de los cirios le había puesto pensativo y sombrío.
Así hablaba el alma atribulada de Lázaro, mientras con los medios exteriores se dirigía al auditorio en un discurso, confuso, tortuoso, desigual y falto de lógica. Empezaron las toses. Dicen los oradores que al oír las toses en las pausas de sus discursos, se les hiela la sangre. Lázaro las oyó repetidas y comunicadas á todo el auditorio, y resonaron en su corazón como siniestros ecos.
Ahí tienen ustedes el Gobierno de don Juan Manuel Rosas con facultades extraordinarias.» Una lluvia de aplausos siniestros y amenazadores ahogaba la voz del osado catedrático.
Cruzóse de brazos, movió de arriba abajo la gran cabezota y desapareció sigilosamente por entre los bastidores, metiéndose luego por debajo del escenario como un nihilista que se zambulle en el centro de la tierra para fraguar siniestros proyectos...
Palabra del Dia
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