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Actualizado: 7 de julio de 2025


Se les parecía en la silueta, en el aire de prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones; se les parecía por fuera. Por dentro, Apolonio, aunque daba albergue y acariciaba con la imaginación las pasiones más destructoras, era incapaz de matar un mosquito, como decía de él su hijo.

Muchas veces, al pasar por el pardo caserón de la calle de Pizarro, donde habitaba los inviernos, hemos evocado su silueta entre la grave penumbra de los viejos salones y le hemos imaginado trazando sobre amplias cuartillas renglones cortos de musa ingenua y familiar, para convocar a sus íntimas reuniones familiares, que eran como una evocación de los tiempos pretéritos.

Luego, Jaime subió al vestíbulo; su elegante silueta se destacó sobre el resplandor del salón iluminado, y pronto desapareció entre la muchedumbre. Juan continuó sus paseos, no ya ante la casa, sino a la sombra protectora de una doble fila de tilos, bóveda sombría que desciende en suave pendiente desde el castillo hasta el Marne.

Es hermoso dijo la abuela levantándose para despedirse. Pero, sin embargo, ¿es esa la dicha?... El cura contempló durante unos segundos la silueta de la abuela plantada delante de él como una verdadera interrogación. ¿La dicha? respondió. La dicha se encuentra allí donde está el deber. ¡Ay! exclamó Francisca, esa es la dicha a precios reducidos.

Dentro del marco de las iluminadas ventanas se veían agitarse figuras negras que gesticulaban animadamente, y detrás de ellas medio se columbraba una mesa servida con copas, botellas y dulces. A veces se dibujaba sobre el fondo de luz la silueta de una mano que alzaba una copa, y el clamor que seguía al brindis era delatado por el retemblido de los cristales.

Su silueta destacábase sobre la blancura del sendero a la luz vagorosa de las estrellas. Tenía el revólver en la diestra, apretando nerviosamente la culata, acariciando el gatillo con un dedo febril, ansioso de disparar. ¡Ay! ¿no le seguiría alguien? ¿no aparecería el verro o cualquiera de los otros enemigos?... Transcurrió el tiempo sin que nadie se presentase.

Al cruzar por delante de ellas, como les daba la luna por la espalda, sólo percibíamos la silueta de sus hermosas cabezas desnudas o cubiertas por blanca toquilla; pero veíamos lucir, con vivo relampagueo, sus ojos negros, sus dientes blancos, marroquíes.

Al cabo de poco tiempo borrose la silueta de la niña en el fondo obscuro de la caverna, y Ricardo se halló en verdaderas tinieblas.

Unos iban a Valdepalomero, a La Portillera, a Querá; otros pensaban vadear el Manzanares, cazando audazmente en la otra parte de El Pardo, frecuentada por los tiradores reales: La Atalaya, Los Torneos, Valdelapeña, Trofas y La Zarzuela. Iba poco a poco disminuyendo la masa negra que obstruía el puente. Alejábanse las cuadrillas, marcando su obscura silueta sobre el blanco del camino.

Y humillado y furioso decía con rabia: ¡No puedo!... De repente tropezó en un cadáver; habían llegado al sitio del combate. Llene usted el saco dijo el oficial. En la sombra opaca su fina silueta se destacaba más sombría todavía; inmóvil y sondando el horizonte tenebroso, no se ocupaba siquiera de su compañero, que se daba prisa para acabar su lúgubre tarea...

Palabra del Dia

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