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Actualizado: 24 de junio de 2025


Se preparó silenciosa y luego siguió al aya. Al llegar a la puerta del castillo trató de consolar a Marta, diciéndole palabras alegres; pero viendo que estaba absorta en sus pensamientos melancólicos, caminó silenciosamente a su lado.

El gitano se aproximó silenciosamente a la brújula, comparó su dirección con la del viento, calculó las probabilidades de la brisa, reflexionó un instante... después tomó un silbato de oro suspendido de su cintura, se lo llevó tres veces a la boca, y de un salto se plantó en el empalletado. A esta señal, diez y ocho negros subieron silenciosamente al puente.

Elena volvió la cabeza hacia ella y exhaló un suspiro de compasión; no se atrevía a hablarle porque Marta le había rogado que terminara silenciosamente su trabajo. Sin embargo, un momento después había terminado su tarea; se levantó, se acercó al aya, le mostró el escrito, y dijo: Mirad, querida Marta, he terminado.

Allá en su tierra se había sostenido agarrada á las crines de un caballo antes de saber andar. En París se metía audazmente entre los vehículos y atropellaba á los transeuntes, viéndose atajada por la policía en sus locos galopes. El coronel intentaba seguirla silenciosamente, pero con el corazón oprimido.

Muchas veces, al volver Isidro a su casa, la sorprendía de bruces en la cama, llorando silenciosamente. Pero ¿qué tienes? gritaba con tono colérico . ¿Qué te pasa?... Nada: lloraba sin saber el motivo. La maternidad trastornaba su débil organismo. La invadía una intensa tristeza, atormentando su imaginación.

Al fin la tuvo; un machetazo puso al vivo la veta sanguínea del palo rosa, y recostándose a la viga pudo derivar con ella oblicuamente algún trecho. Pero las ramas, los árboles, pasaban sin cesar arrastrándolo. Cambió de táctica; enlazó su presa, y comenzó entonces la lucha muda y sin tregua, echando silenciosamente el alma a cada palada.

La noche era oscurísima; el importuno cantor, que nunca pulsó el laúd a peor tiempo, se retiró creyendo sin duda que era mi amo algún curioso escudero; a poco rato bajó la virtuosa Leonor, y equivocando a mi señor con su amante, le condujo silenciosamente a lo más oculto del jardín.

Estas escenas de terror acababan siempre con la caída del albañil en el camastro, fatigado de golpear a la hembra. Al poco rato sonaban sus ronquidos brutales, mientras la madre, abrazando al pequeño, lloraba sobre su cabeza silenciosamente.

Volvió la cabeza y vio a su hija María, que vino a sentarse silenciosamente a su lado. Pero él, como si presintiera un nuevo dolor, no le preguntó nada, no le dijo nada. Contentose con apretarle la mano y cerró de nuevo los ojos.

El dueño de la casa le contempló todavía unos instantes. Luego sacó del bolsillo una llave, abrió un cajón de la mesa, sacó unas monedas de oro y, alargando la mano, las depositó silenciosamente en la del sacerdote. Dios se lo pague a usted, señor dijo éste. No había más remedio que retirarse. D. Álvaro no decía una palabra ni le invitaba a sentarse.

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