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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Siéntate conmigo, y cuéntame lo que has hecho hoy». A media tarde, comían las dos, sentaditas a la mesa de la cocina.

42 Y el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 44 Así que David le llama Señor; ¿cómo pues es su hijo? 45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos: 46 Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;

¿Qué carne humana puede venir aquí cuando ni los 125 pájaros del cielo llegan a estos lugares? Siéntate a comer y hablaremos. Después que hubo comido le dijo su madre: Quiero pedirte un favor, si me lo concedes. Hable Vd., señora, y se lo concederé contestó él. 130 Ha venido aquí una niña en busca de su marido, el príncipe Jalma. ¿ le conoces?

Este volvió los ojos. ¡Siéntate! dijo. Ella se sentó, arregló su ropa, y con las manos sobre las rodillas se dispuso a escuchar. Como ocurría siempre, desde su infancia, cuando tenía que escuchar algo, puso al punto una cara estúpida. ¡Te escucho! Pero el profesor no decía palabra, y miraba con extrañeza el rostro de su mujer.

Los niños de las Claverías y las mujeres estaban abajo, contemplando el Monumento. Las habitaciones parecían abandonadas. Gabriel vio pasar por frente a la ventana a su hermano, que al momento apareció en la puerta. ¿Qué quieres, Gabrielillo? ¿Qué te pasa? La tía me ha alarmado con el recadito. ¿Es que estás peor? Siéntate, Esteban. Estoy bien; tranquilízate....

14 Entonces enviaron todos los príncipes a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: Toma el rollo en que leíste a oídos del pueblo, y ven. Y Baruc, hijo de Nerías, tomó el rollo en su mano, y vino a ellos. 15 Y le dijeron: Siéntate ahora, y léelo en nuestros oídos. Y leyó Baruc a sus oídos.

Y yo te perdono... ¿No acabas de oír lo que he dicho a mi hija?... No ignoro cuánto has sufrido en estos últimos tiempos... y hay además en la vida circunstancias en que la indulgencia se impone... Levántate... Siéntate a mi lado. Desconcertada, estupefacta, se sentó en el banco al lado del marido. Beatriz le dijo , te doy mi perdón... ¿Qué más deseas? Habla. ¡Deseo... que vivas, Dios mío!

13 Pues, ¿A cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14 ¿No son todos espíritus servidores, enviados en servicio por amor de los que son los herederos de la salud? 1 Por lo cual es necesario que tanto con más diligencia guardemos las cosas que hemos oído, para que no nos escurramos.

Por fin el joven, en el último grado de la turbación y del desconcierto, se aventuró a hablar, y dijo algo así como buenas tardes... y después: Yo creí que... y luego: De modo que usted, tía... «No, yo no me meto en nada declaró doña Lupe, que estaba sentada como presidiendo . Lo único que he dispuesto es traerla aquí para que frente a frente decidáis... Fortunata, siéntate».

A pesar de esto quería que estuviese allí, y aun se enojó algo por lo mucho que prolongaba los ratos de cocina. «Chica, no trabajes tanto, que te vas a cansar. Trae tu labor y siéntate aquí». «Es que si me pongo aquí no estudias, y lo que te conviene es estudiar para que no pierdas el año replicó ella . ¡Pues si lo pierdes y tienes que volverlo a estudiar...!».

Palabra del Dia

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