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Actualizado: 18 de junio de 2025


Apartámonos; y una noche, para confirmarlas más en mi riqueza, cerréme en mi aposento, que estaba dividido del suyo con sólo un tabique muy delgado, y sacando cincuenta escudos estuve contándolos en la mesa tantas veces que oyeron contar seis mil escudos. Fue esto de verme con tanto dinero de contado, para ellas, todo lo que yo podía desear, porque dieron en desvelarse para regalarme y servirme.

Sin embargo, si hubiese conocido entonces la frase de un hombre célebre me la hubiera apropiado, y aseguro que hubiese exclamado en un soberbio arranque de misantropía: No lo que pasa en el corazón de un degradado, mas conozco el de una niña decente, y lo que veo me espanta. Pero como dicha frase me era totalmente desconocida, no pude servirme de ella para satisfacer a los manes de mi tía.

Os encargo asimismo, que sabiendo el estado en que ha asentado el que venga a servirme, pues también envío a mandar al Conde de Oñate asista con lo que para esto fuere menester, solicitéis el que tenga efecto, por la falta que hay aquí de personas de su ministerio, y porque uno y otro han de hacer su viaje por la mar, dispondréis también la forma en que hubieren de hacer su pasaje, porque a Velázquez envío a mandar no lo haga por tierra, por lo que en él se podría detener, y más con su natural, y así convendrá que con este presupuesto esté entendiendo, os he encargado habéis de disponer su partencia, y que en orden a ello han de hallar en vos la asistencia que fuese necesaria para su cumplimiento, como me prometo de la atención con que obráis en lo que corre por vuestro cuidado.

Media hora después estaba yo en mi casa. Me encerré en mi cuarto y escribí larguísima carta. ¡Ay! Una carta que nunca llegó a manos de Angelina. A las siete, cansado de esperar a mi tía Pepilla, me senté a la mesa. Juana se apresuró a servirme. En esos momentos llegó la anciana. ¡Ay, Rorró! ¡Qué dirás de mi! ¡Pero, hijito de mi alma, qué misa tan larga! ¿Ya te desayunaste? ¿No?

Por lo pronto, allí le tenía para servirme en lo que quisiera mandarle... Nardo Cucón, el «Tarumbo», si lo quería más llano y conocido, porque así le llamaban de mote, no sabía por qué, pero era la pura verdad que no le ofendía... En fin, ya estaba cerrado el boquete...

El Barón casi dejó de admirarme como hermosa, a fin de quererme, de atenderme y de servirme como buena. No soy yo alegre y regocijada por mera y espontánea energía de mi espíritu. Lo he sido y lo soy también porque me impongo, porque me decreto la alegría. Las cosas no pueden estar mejor de lo que están. Me parecería ingratitud para con Dios, si yo me quejase.

Esperó en un zaguán, y cuando salió un lacayo le siguió y le dijo, fingiendo la voz de tal modo que no podía ser reconocido: Yo soy tal persona, que puedo hacerte mucho daño si te niegas á servirme, y rico si me sirves bien. Y diciendo esto, puso en las manos del lacayo algunos doblones de á ocho. ¿Y qué puedo hacer, señor? dijo el lacayo vencido completamente.

Nepomuceno la tomó por criada. Subió, saludó a Körner, y a los pocos minutos, sintiendo absoluta necesidad de volver a ver a aquella chica, dijo: Si me hiciera usted el favor de mandar servirme un poco de agua.... El plan de Nepomuceno fue quitarle aquella doméstica a Körner y ponerle casa...; y aunque fuera casarse con ella. Tenía que ser suya. ¡Qué ojos, qué carnes!

Sin embargo, veía delante de á doña Ana, pálida, llorosa, aterrada. El duque necesitaba decirla algo. Vaciló algún tiempo, y al fin la dijo: No soy el rey, pero soy sobre poco más ó menos lo mismo que el rey; ¿queréis servirme? dijo doña Ana ; vuestra soy en cuerpo y en alma si me salváis y me vengáis. ¡Vengaros! ¿y de quién? Del duque de Uceda.

Después de esfuerzos inauditos, consiguiose, por fin, sacar del armario el famoso frasco y con él un antiguo vasito de plata completamente abollado, el vaso que Mauricio usaba cuando era pequeño. Me lo llenaron de cerezas hasta el borde, ¡le agradaban tanto a Mauricio las cerezas! Y al servirme el viejo me murmuraba al oído con aire golosón: ¡Es usted muy dichoso pudiendo comerlas!

Palabra del Dia

albuminuria

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