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Actualizado: 21 de mayo de 2025


¡Ya veremos! contestó Maurescamp con bastante sequedad. Juana había asistido aquella mañana, como tenía por costumbre, a la lección de esgrima. Al salir notábase en ella un aire grave y meditabundo que no le era habitual desde que había empezado su nueva existencia. Todo el día estuvo pensativa. A la mañana siguiente, no faltó a la cita.

Lo creo respondí procurando quitar a mis palabras la dureza y sequedad que quería infundirles el corazón . Nosotros agradecemos el auxilio que nos están dando nuestros aliados, más por odio al común enemigo que por amor a nosotros; esa es la verdad.

No era una broma: la mirada agresiva de este personaje que siempre le había tratado con amable indiferencia, la sequedad de su voz, cierto temblor de su mano derecha, indicaban que había expresado todo su pensamiento, y que detrás de este pensamiento latía un odio enorme contra él. La sorpresa le hizo hablar con timidez.

»Pero así y todo, me pareció aquel beso un regalo celestial; hízome la impresión de un rocío benéfico en la sequedad de mis amarguras; y dejándome llevar de los impulsos del corazón, tomé la cara de Luz entre mis manos y se la cubrí de besos y de lágrimas. No pensé ya en que pudiera mancharla el rastro de mis liviandades.

En la casa le esperaban la señora Nicolasa, que se estaba poniendo vieja, y Orejón senior, que se conservaba muy fuerte. Su pequeña hermana era ya una muchacha; pero la pobre más fama tenía de traviesa que de sabía. En el pueblo continuó Elías consagrado al estudio. Su sequedad aumentó, y se determinó más su orgullo; pero los padres no notaban tal cosa, y estaban amartelados con el joven.

En su pensamiento, asociaba la sonriente bondad de Roussel con la sequedad angulosa de la señorita Guichard y no se daba cuenta de la posibilidad de una unión entre estos dos seres tan poco á propósito para entenderse. En verdad, comprendía que se hubiesen repelido, como los elementos afines de la electricidad, y adivinaba qué sacudidas habían debido producir esas corrientes encontradas.

Me sentí extremadamente gordo; tenía en la boca sabor de oro y una sequedad de polvo de oro en la piel de las manos; las paredes de las casas parecían brillar como largas láminas de oro, y dentro de mi cerebro rodaba un mar de ondas de oro. Abandonado a la oscilación de los muelles, rebotando como un ordre mal seguro, dejaba caer sobre la calle la mirada torva de mis ojos llenos de amargura.

36 Cuchillo sobre los adivinos, y se atontarán; cuchillo sobre sus valientes, y serán quebrantados. 37 Cuchillo sobre sus caballos, y sobre sus carros, y sobre todo el vulgo que está en medio de ella, y serán como mujeres; cuchillo sobre sus tesoros, y serán saqueados. 38 Sequedad sobre sus aguas, y se secarán; porque tierra es de esculturas, y en ídolos enloquecen.

Toda la gracia y ligereza de su espíritu habían desaparecido á influjos de esta funesta letra, dejando solamente algo ostensiblemente rudo y tosco, que habría podido hasta ser repulsivo para sus amigas ó compañeras, á haberlas tenido. Los atractivos físicos de su persona habían experimentado un cambio igual; quizá debido en parte á la seriedad de su traje, y en parte á la sequedad de sus maneras.

10 Porque como espinas entretejidas, mientras se embriagarán los borrachos, serán consumidos del fuego, como las estopas llenas de sequedad. 11 De ti salió el que pensó mal contra el SE

Palabra del Dia

ábregos

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