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Actualizado: 6 de junio de 2025


Los compañeros de Hudson le abandonan en medio del mar en un barquichuelo sin víveres ni velamen, y no se sabe lo que fué de el. Behring, al descubrir el estrecho que separa la América del Asia, perece de cansancio, de frío, de miseria, en una isla desierta.

Ved, añadió luego á varios hombres que se habian reunido; intenta vender la ciudad, y por eso tiene las llaves en la mano. ¡Compadre Juan, miente usted! ¡Usted es el que miente, compadre Estéban! Y si no, ahora lo verá usted; y acercándose al Preboste, levanta el hacha y le separa la cabeza del cuerpo. ¡Y eso que era compadre! ¿Qué hubiera hecho, á no mediar el compadrazgo? Quinta.

La situación de mi familia, nuestra pobreza, todo lo que me estorba para abrirme camino en la vida, me separa de . Tu padre ocupa una posición envidiable: ¿cómo quieres que su hija a un hombre que ha tenido que abandonar la carrera por falta de unos cuantos duros al año para libros y matrículas? Pero un día de vida, es vida.

Si se cambia de posición, persiste la forma circular del horizonte, por más que varían sus límites. Otro tanto ocurre en alta mar, donde la línea que separa el cielo de las aguas es siempre una circunferencia claramente marcada.

No habla con ellas, ni puede hablar, porque una tabla les separa. Acaban de entrar en este momento. , vámonos repetí yo. Yo no me muevo de aquí, Paquito. Esto me gusta mucho. Ya han acabado de leer periódicos y papeles y vuelven los discursos... ¿Quién habla?

« iba diciéndose, Miguelina se engaña: algo hay que puedo yo hacer por ese muchacho que es mío y de quien la fatalidad para siempre me separa... Puedo darle la felicidad con que sueña y que desespera alcanzar. Ama a la señora Liénard, y ella siéntese también inclinada a amarle.

El palco de Vegallana era una platea contigua a la del proscenio, que en Vetusta llamaban bolsa, porque la separa un tabique de las otras y queda aparte, algo escondida. La bolsa de enfrente izquierda del actor , era la de Mesía y otros elegantes del Casino; algunos banqueros, un título y dos americanos, de los cuales el principal era D. Frutos Redondo, sin duda alguna.

De repente don Juan se dirige hacia la alcoba, porque más allá del hueco que la separa del despacho, se ve la cama cubierta de un rico paño japonés. «Esto está mal; no debe verse tanto» pensó, y desplegando un biombo de telas antiguas, ocultó el lecho, del cual sólo quedaron visibles las almohadas, blancas, limpísimas, aún cuadriculadas por los dobleces del planchado.

Abrense alfoces en las laderas del monte y brechas en medio de la cresta; surcada por los aludes y por las aguas tempestuosa la gran masa, antes una y solitaria, se divide poco á poco en dos cimas distintas, que parecen alejarse una de otra á medida que se ahonda más el abismo que las separa.

Es un carácter huraño el de las clases pudientes; una honda división las separa del pueblo. Y los señores, cuando dan las ocho de la noche, si quieren salir de casa, han de hacerse acompañar de dependientes y criados... Suena una larga campanada grave, melódica, sonorosa, pausada.

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