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Nieves separó las cartulinas y pasó una mirada rápida sobre ellas, pero ávida y ardiente.

Sintió el mismo deseo que muchas ricas de América: un gran título nobiliario para dar envidia á las amigas y brillar en Europa. Al poco tiempo se separó, señalando al duque una pensión, que es lo que deseaba tal vez el noble marido. No tengo por mujer apetecible á la tal Alicia... Además, ha vivido la vida á su gusto... casi tanto como yo. Su reputación se iguala con la mía.

Si el lector no se ha olvidado del baqueano y de las cualidades generales que constituyen el candidato para la comandancia de campaña, comprenderá fácilmente el carácter e instintos de Artigas. Un día Artigas, con sus gauchos, se separó del general Rondeau y empezó a hacerle la guerra.

Cuando D. Bonifacio Arnaiz enfermó para morirse, Plácido no se separó de él ni enfermo ni difunto hasta que le dejó en la sepultura. En todas las penas y alegrías de la casa era siempre el partícipe más sincero.

En la estancia le van a contestar, Baldomero, porque todavía no los han leído... repuso Melchor riéndose, y agregó: Pero los compraron. Baldomero sonriéndose, separó el azulejo y con la mano de nuevo sobre el muslo derecho continuó galopando con insuperable gallardía.

Al otro día, fijado para la solemne fiesta en que el doctor debía hacer pública entre sus convidados la dicha de sus hijos, Amaury no se separó apenas de Magdalena mientras ésta preparaba su tocado con visible agitación y cuidado singular, sobre todo para Amaury, que conocía la natural sencillez de la hija del doctor. ¿A qué obedecía aquella prolijidad y aquel deseo de agradar? ¿Olvidaba acaso que para él siempre sería la más hermosa de todas?

Cuanto he intentado para que prometa la restitución del depósito ha sido inútil: niega, insiste en negar, y cada negativa le aparta más de . No podemos divorciarnos: lo , me han leído el Código; pero yo me separo de él porque siento que el contacto de ese hombre me mancharía como envilecen al marido honrado los besos de la esposa traidora y consentida.

Luciana, envuelta en un abrigo obscuro cuyo capuchón le velaba en parte la cara, estaba hablando, en un rincón del recibimiento, con Lautrec, en voz baja y animada. Su madre, pronta a salir, la llamó, y le decir: ¡Oh! eso, señor Lautrec, nunca... nunca más. Y se separó de él. Adiós, entonces... por mucho tiempo. Dióle Lautrec la mano, y Luciana dejó caer en ella la suya como a su pesar.

Huberto se separó de su madre, triste y descontento, pero bien decidido a mantener la palabra dada a María Teresa. De vuelta en su casa, recorrió los diarios y pudo leer los detalles de la quiebra Raynaud, así como el relato de la muerte trágica de Pablo Raynaud, a quien habían encontrado en su cuarto, perforada la sien por una bala de revólver.

Bozmediano estrechó la mano del joven aragonés y le hizo muchos ofrecimientos y protestas de amistad. El otro estaba tan aturdido, que lo contestó mal y con poca cortesía. dónde usted vive dijo Claudio retirándose: nos veremos. Y si no en la Fontana, á donde voy con frecuencia. Y se separó.