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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Señorita le dice sentándose y afectando un aire de gravedad bastante equívoco , permítame que le dirija las más respetuosas felicitaciones... Se casa usted con uno de mis mejores amigos... un perfecto caballero... y una excelente persona de quien hará usted cuanto usted quiera.
Saliéronse los dos a sestear en un portal o cobertizo que delante de la venta se hace, y sentándose frontero el uno del otro, el que parecía de más edad dijo al más pequeño: ¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y para adónde bueno camina? Mi tierra, señor caballero respondió el preguntado , no la sé, ni para dónde camino tampoco.
Al alejarse este peligro cesaron de sonar los instrumentos. Febrer vio al Cantó que se apoderaba del tamborcillo, sentándose en el espacio libre que antes ocupaban los bailarines. Las gentes se agruparon en semicírculo frente a él. Las respetables matronas avanzaban sus silletas de esparto para oír mejor.
La pesadez del hombro le impulsaba á cambiar de posición, como si esto pudiera librarle del dolor. Con paso vacilante, entumecido por el reposo, salió de la barraca, sentándose bajo el emparrado, en un banco de ladrillos. La tarde era desapacible; soplaba un viento demasiado fresco para la estación.
Silbaba desde abajo para que los trabajadores hiciesen descender el cable, y sentándose en uno de los platos más pequeños empleados en el servicio, subía sin fatiga hasta la gran planicie donde apoyaba sus codos el gigante amigo.
Además, Miguel se sintió repentinamente preocupado por el modo de iniciar la conversación. ¿Le hablaría en inglés ó en francés? ¿La tutearía como antes?... Ella resolvió sus dudas hablándole en español, y de tú, lo mismo que cuando eran muchachos. Como es imposible ponerse en comunicación contigo dijo Alicia sentándose, después de estrechar su mano , me he decidido á hacer esta visita.
Al anochecer, bajó con la cena para la presa, y abriendo la puerta penetró en el lóbrego aposento. Por el pronto no vio a Mauricia, que estaba acurrucada sobre unas tablas, las rodillas junto al pecho, las manos cruzadas sobre las rodillas, y en las manos apoyada la barba. «No veo. ¿Dónde estás?» murmuró la coja sentándose sobre otro rimero de tablas.
Segunda acercaba una vela para que la dama pudiera ver bien las facciones del niño, quien no parecía entusiasmado, ni mucho menos, con inspección tan impertinente ni con la viveza de la luz, tan próxima a sus ojitos. «¡Qué mal genio tiene!» dijo la santa sentándose junto al lecho, mientras Fortunata agasajaba a su hijo, y metiéndole el pecho en la boca, trataba de aplacarle.
La crispada y hostil actitud, que aún conservaba, suscitábale nuevos impulsos de odio contra su víctima. Cuando comenzó a serenarse, dijo en voz alta, sentándose en el sillón: ¡No he menester de él, ni de nadie! Pocos días para Avila más tristes que aquel lunes, 17 de febrero de 1592. La ciudad despertó en una expectativa siniestra.
Miraban de reojo á Robledo, y según éste se iba alejando, dejaban caer sus herramientas, sentándose otra vez. Volvió repetidas veces su cabeza el ingeniero, y se dijo, como el día anterior, que un poder oculto había trastornado la vida de la colonia. Gualicho andaba realmente por todas partes, y hasta hacía sentir su influencia fuera del pueblo, desorganizando el trabajo de los hombres.
Palabra del Dia
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