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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Seguid vuestro camino, Catalina; tengo que ir hasta la aldea, pero no camino tan ligero como vos. Entristecida por el fracaso aparente de su tentativa, Catalina le dijo con voz suplicante: Puedo preguntaros, señor intendente, ¿qué es lo que habéis decidido respecto de mi amiga? ¡Ah, tenedle compasión!
MARCIO. Para saber dónde está la derecha, volved la cara al Norte... O no, la cara al Sur y la espalda al Este. ¡Así no! ¡Lo hacéis precisamente al revés! ¡Qué fastidio! Seguid a vuestros vecinos... Ahora, señores, si alguno de vosotros lleva cortaplumas, que lo tire. Los mondadientes también. Nada que pueda suscitar ideas de violencia. ¡Ningún arma contundente ni cortante!
Cuando me tranquilice, yo mismo, por mi misma mano, os haré una merienda que os convencerá de que sé cumplir con mi obligación. Gracias, seguid; hablábamos de vuestros pecados por el desordenado amor que tenéis al dinero. Padre fray Luis, yo creía que con el dinero se conseguía todo. Sí, en la tierra; pero no en el cielo. Ni en el cielo ni en la tierra.
9 Además, tuvimos por castigadores a los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos: ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 12 Por lo cual alzad las manos caídas y las rodillas descoyuntadas. 14 Seguid la paz con todos; y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor:
Vamos, seguid, y no os hagáis de rogar, don Francisco dijo una voz irritada y breve, á pesar de lo cual Quevedo conoció por aquella voz á la Dorotea. ¡Ah, reina mía! ¿y á dónde bueno por aquí? No lo sé. ¿Que no lo sabéis? No. Llevo la cabeza hecha un horno. Más bien creo la lleváis hecha una olla de grillos. He tenido que dejar la litera; me mareaba dentro, me moría. ¿Pero qué os ha sucedido?
Y porque habéis cumplido bien, espero que me contestéis en verdad: ¿es cierto que os he causado tal impresión, que no recordáis mi semblante? Os lo juro por mi honra. Pues bien; olvidad de todo punto vuestro amor que empieza; es tiempo aún: cuidad que no me volveréis á ver, cuidad que es un sueño lo que os sucede, y seguid callando como callábais.
Vamos, hijo mío, vamos; seguid siendo valiente y acordáos para serlo de que vuestra serenidad, vuestra paz exterior en estos momentos es la paz del alma, es la vida de la inapreciable compañera que os ha dado Dios; recoged todas vuestras fuerzas, preparáos y no hablemos más. Y tiró de don Juan. Algunas calles más allá se encontraron en la de Don Pedro.
Seguid mis pasos dijo el bufón entrando y cerrando la puerta ; cuidad de que subimos, seguid en derechura, ahora á la izquierda, ahora á la derecha: hemos subido; seguid recto; ahora bien dijo el bufón deteniéndose , tras ese tapiz, por cuya abertura se ve luz, os esperan. Adiós. El bufón se volvió. Don Juan entró. Cuando don Juan hubo entrado, el bufón se detuvo.
-Hermano -dijo don Antonio-, seguid vuestro camino, y no deis consejos a quien no os los pide. El señor don Quijote de la Mancha es muy cuerdo, y nosotros, que le acompañamos, no somos necios; la virtud se ha de honrar dondequiera que se hallare, y andad en hora mala, y no os metáis donde no os llaman.
Y como don Rodrigo Calderón ayudaba á los unos y á los otros, á vuecencia contra la reina... ¡Montiño! Vuecencia me ha mandado decir la verdad. Seguid.
Palabra del Dia
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