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Actualizado: 19 de junio de 2025
Y así es la vida, ¡Dios mío! Tras de la noche la aurora. Y las olas corren siempre Cual la vida seductora. Posteriormente he visto que mi pobre madre también meditaba sobre la fuente del Bosque y por cierto, más cuerdamente que yo. Continuemos el diario. 4 de agosto de 1818.
Conocí á Sardou una tarde de invierno. Al entrar en su despacho el gran dramaturgo, que sabía el objeto de mi visita, salió á mi encuentro, alargándome sus dos manos con efusión seductora de cordialidad y agasajo; fué uno de esos gestos admirables que, suprimiendo de cuajo las frialdades ambagiosas de la etiqueta, equivalen á una intimidad de varios años.
Te pido, pues, hijo mío, que te procures informaciones serias sobre esa cristalería que representará una parte importante de la renta de ustedes. Puede usted estar tranquila, madre; un matrimonio mediocre no me convendría, y aunque María Teresa sea bastante seductora para justificar una conducta irreflexible, seré circunspecto.
Hubo una cena, a la que asistió D. Jacinto, ignorando lo que iba a haber en ella, y le sentaron al lado de la seductora actriz, bella como nunca aquella noche, con leves y casi transparentes vestiduras, y adornados sus brazos y su desnuda y cándida garganta con ricos brazaletes y espléndido collar de perlas.
Al pasar delante de ella para abrirle la puerta, le dijo con franqueza seductora: No valgo nada, señora; pero si algún día quisiera usted servirse de mi insignificante persona, ¡no sabe usted el placer que me causaría con ello! Gracias, gracias repuso secamente Clementina sin detenerse.
De aquella voz musical, arrulladora, le venían las primeras palabras de amor que hubiera oído. ¿Por qué le había gustado a él? ¿Por qué ella, más bien que alguna de las otras? ¿La encontraba, pues, más seductora, más amable, más inteligente que las demás jóvenes que conocía? La había elegido entre sus amigas, tan hermosas... Jamás se le ocurrió que pudiera ser la preferida.
En una palabra, ama la naturaleza, porque la naturaleza convida á sus sentidos con un placer más: placer de los sentidos; este es el sentimiento particular de Salamanca. Si la naturaleza no fuera un gran goce, un gran disfrute, el primero y más rico de los festines, la primera y más seductora de las beldades, D. José Salamanca no la amaria. Pero ¿en que consiste este raro fenómeno? No es raro.
No acierto a ponderar el esfuerzo pasmoso de mi voluntad para llegar a destruir, después de haber destruido y roto los demás ídolos, la imagen seductora de la mujer amada. Esta imagen, que llegué a suponer indeleble, lo perturbaba y lo bastardeaba todo en mi alma. No había concepto moral ni religioso al que ella no diese forma, profanando mi religión y convirtiéndola en idolatría.
¡Estos de Vd. sí que son sofismas! interrumpió Pepita . ¿Cómo negar a Vd. que lo que usted se pinta en la imaginación es más hermoso que lo que existe realmente; pero cómo negar tampoco que lo real tiene más eficacia seductora que lo imaginado y soñado? Lo vago y aéreo de un fantasma, por bello que sea, no compite con lo que mueve materialmente los sentidos.
Sus pinceladas son vagas; parece como si quisiera concluir pronto, como si tuviera entre manos brasas ardientes. ¿Por qué? En cambio, sus pinturas de Bogotá, de la sociedad y de los literatos colombianos, es realmente seductora: nos hace penetrar en un recinto hasta ahora casi desconocido por la generalidad, especie de gyneceo original causado por el relativo aislamiento de la vida de Colombia.
Palabra del Dia
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