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Actualizado: 19 de junio de 2025
También en tales momentos, cuando se sentía con la posesión de esta fuerza seductora, radiante, ¡qué no hubiera dado por penetrar el alma de Julio, a fin de conocer cómo lo iba ella enamorando! Eran ya las dos de la madrugada.
Sus ojos claros, melancólicos y un tanto extáticos por lo general, se habían alumbrado con un fuego intenso; su boca entreabierta delataba esa seductora molicie que invade todo el organismo delicado de la mujer en las horas fugaces de la fiesta.
Sintió alguna vanidad en justificar lo dueño que era de sí y de los acontecimientos, y se creyó estar al abrigo de los desfallecimientos de su sensibilidad. ¡No! no sería el ingenuo susceptible de caer en un lazo, aunque este lazo le fuese tendido por la más seductora de las mujeres.
En la casa gozaba fama de genio violento, y hasta doña Manuela la trataba con ciertas reservas para evitar sus explosiones iracundas; pero fuera de esto era seductora, con su frescura de carnes a lo Rubens y las arqueadas líneas que a cada movimiento delatábanse bajo la blanca tela.
Os confesaré que me asusto porque sólo soy una sirvienta. ¡Una sirvienta! Pero si tenéis la belleza, los ojos de una reina. Desde la primera vez que os vi, Marta, me impresionaron los encantos de vuestra persona, de vuestro lenguaje, de vuestra seductora sonrisa... No tembléis así, amiga mía; mis intenciones son puras y honradas. Ya sé que en materia de pudor sois muy severa y hasta muy hosca.
Era una gracia provocativa y seductora que no residía precisamente en sus ojos vivos y brillantes, ni en su boca, un poco grande, fresca, de labios rojos que a cada momento humedecía, ni en sus mejillas tostadas, ni en su nariz, levemente remangada: estaba en todo ello, en el conjunto armónico, imposible de definir y analizar, pero que el alma ve y siente admirablemente.
La sobremesa había durado cerca de dos horas, como nos lo hizo notar el caballero juzgando que desearíamos descansar; y como ésta era la verdad, aunque estábamos muy bien entretenidos a su lado, diose por terminada la conversación, condújonos a nuestros respectivos dormitorios y encerréme yo en el mío, contemplando la cama, de anticuada forma, pero limpia y bien mullida, como la tentación más seductora de cuantas había sentido desde mi salida de Tablanca al amanecer de aquel día.
»Señorita, usted no me conoce y yo ignoro también quién es usted, pero me basta vislumbrarla un segundo para juzgar que bajo tan seductora apariencia se oculta un alma llena de pasión y de ternura.
En usted, señorita, he encontrado el ideal de la mujer soñada por todo hombre deseoso de ver reunidos el encanto, la inteligencia, la belleza y la elegancia. Usted es la más seductora, la más... ¡Basta, por favor! no prosiga en su enumeración... Vea que me río para no mostrar mi confusión, mi...
Luego esta idea puede formarse por abstraccion. Esta explicacion es seductora por su sencillez; pero no deja de sufrir graves dificultades.
Palabra del Dia
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