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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Guardaba y acariciaba el secreto de su amor naciente, como un avaro guarda y acaricia las primeras monedas de su tesoro... El día en que viera claro en su corazón, el día en que estuviera segura de amarlo, ¡ah! ¡entonces le hablaría a Zuzie, y sería feliz contándoselo todo!... Madama Scott acabó por atribuirse el honor de la melancolía de Juan, que de día en día tomaba un carácter más marcado.

Yo no tomé nada; pero muchos otros no tenían tanto escrúpulo... Esa noche Puymartin me contó la historia de madama Scott; pero no como la refirió M. de Larnac. Rogerio me dijo que madama Scott había sido robada por unos saltimbanquis cuando era niña, y que su padre la había encontrado haciendo piruetas en un circo ambulante, saltando por sobre gallardetes y atravesando aros de papel.

Entre la multitud de personajes aislados, ora históricos, ora contemporáneos, se distinguen principalmente, por su interés ó por el mérito artístico de las figuras: Guttemberg, meditando en su invento; Shakspeare, sombrío y burlon al mismo tiempo; Pedro el Grande, en su traje de carpintero en Holanda; Newton, ideando su admirable sistema del mundo físico; Voltaire, con su fisonomia de zorra, su sonrisa irónica y su mirada de apóstol; Rousseau, pensativo y dulce como la idea de redencion que le dominó; Walter Scott, con su actitud tranquila, como la poesía risueña que inspiró su gran genio; Byron, sombrío y lanzando de su ojo de fuego algo como la luz del rayo ó como las revelaciones de un poema terrible.

Con el correr de los años, John llegó a ser el Regidor John, de un barrio infeliz, y Walter fue Sir Walter Scott, de todo el universoDice Carlyle, con mucho seso, que la legumbre más precoz y completa es la col. A los treinta años no se podía decir de seguro que Scott tuviera genio para la literatura.

En casa de Scott, ¿quieres venir conmigo? Pero si no estoy invitado. ¡Ni yo tampoco! ¿Cómo, tampoco? Voy en busca de uno de mis amigos. ¿Y conoce a los Scott, tu amigo? Apenas; pero lo bastante para presentarnos a los dos. Ven, pues, y verás a madama Scott. ¡Bah! ya la he visto a caballo en el Bosque.

¡Ah, que buena sois, mi Zuzie! Edward era el picador. Había llegado hacía tres días al castillo para la instalación de las caballerizas y la organización del servicio. Dignose salir al encuentro de madama Scott y miss Percival, trayendo los cuatro poneys con el carruaje, y esperaba en el patio de la estación con numeroso acompañamiento. Puede decirse que todo Souvigny estaba allí.

¡Católicas, católicas! ¡Ah! comprendo al fin dijo madama Scott riendo; ¡nuestro nombre y nuestra patria os hicieron creer que éramos protestantes! No lo somos, nuestra madre era del Canadá, de origen francés y católica; por eso mi hermana y yo hablamos francés, con acento extranjero y ciertos modismos americanos, pero en fin, decimos, más o menos lo que deseamos decir.

Se decía que el ministro de Hacienda había vendido secretamente a madama Scott la mitad de los brillantes de la corona, y esta era la razón por la cual el mes anterior había tenido un sobrante de quince millones en su presupuesto. Agrega a todo esto que tiene un aire muy de señora, la antigua saltimbanqui, y que se encuentra lo más bien en medio de tantos esplendores.

Y en el momento en que recibía el merecido sermón de su capitán, Juan se decía: ¡La más linda es madama Scott! La maniobra se divide todas las mañanas en dos partes, con intervalo de diez minutos, durante los cuales los oficiales se reúnen a conversar. Juan se mantuvo separado, solo, con los recuerdos de la víspera.

Durante este tiempo, madama Scott conversaba con el cura, y Juan, mientras respondía a las preguntas de los niños, no dejaba de mirarla. Llevaba un traje de muselina blanca, pero ésta desaparecía bajo una verdadera avalancha de voladitos de valencianas. La bata estaba abierta en cuadro por delante.

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